Lecturas Bíblicas: Día 324 1 Crónicas 15 | Santiago 2 | Amós 9 | Lucas 4 |
A medida que profundizamos en 1 Crónicas, empezamos a ver cómo el Cronista escribe sobre los acontecimientos de los libros de Samuel y Reyes desde una perspectiva y con un objetivo diferentes. En 1 Crónicas 15, vemos la primera narración importante de una historia -la entrada del arca del pacto en Jerusalén- que aporta dos datos nuevos que cambian el tenor de la historia con respecto a lo que leímos en 2 Samuel 6.
En primer lugar, la versión de esta historia que leemos en 2 Samuel 6 hacía hincapié exclusivamente en la forma en que Jehová había castigado a Uza por alargar la mano para sujetar el arca, ya que los israelitas habían traído el arca en un carro tirado por bueyes (2 Samuel 6:1-15). Ahora bien, encontramos esa misma historia registrada en 1 Crónicas 13:5-14; sin embargo, aquí, en 1 Crónicas 15, después de un breve reconocimiento de lo sucedido con Uza (1 Cr. 15:13), encontramos material totalmente nuevo sobre el segundo (y exitoso) transporte del arca a Jerusalén, cuando los levitas la llevan según el mandamiento de Jehová de Números 4:1-15. Aquí, David insiste en que “El arca de Dios no debe ser llevada sino por los levitas; porque a ellos ha elegido Jehová para que lleven el arca de Jehová, y le sirvan perpetuamente” (1 Cr. 15:2). Estos pasajes de 1 Crónicas 13 y 15 señalan el error de David al llevar inicialmente el arca en un carro, pero también vemos su voluntad de arrepentirse y dirigir al pueblo de Israel de acuerdo con la ley mosaica.
En segundo lugar, David también ordena que los levitas canten y toquen con fuerza instrumentos musicales (1 Cr. 15:16-24, 28). La organización de los levitas por parte de David (especialmente para tocar y cantar música) es uno de los énfasis significativos de este libro (véase 1 Cr. 23-26), a pesar de que no leemos nada sobre el papel de David en esto en 1 y 2 Samuel. Además, no encontramos nada en la ley mosaica que ordene que los levitas toquen música, lo que sugiere que este arreglo es algo que el propio David instituyó, actuando como un nuevo legislador, como se comentó en la meditación de ayer.
Esta historia refleja un principio fundamental para entender la adoración cristiana a la luz de Jesús. Creemos que Jesús ha cumplido y, por tanto, abolido ciertos aspectos del culto (por ejemplo, el sistema de sacrificios) y también que Jesús ha ordenado la continuidad de otros aspectos del culto (por ejemplo, el canto, pero también la oración y la lectura y predicación de la palabra de Dios). La reforma del culto por parte de Jesús, por tanto, no consiste en deshacerse de lo “malo” y sustituirlo por lo “bueno”, sino más bien en cumplir lo que sólo apuntaba a él y luego continuar con todo lo que todavía sirve a un propósito. Cuando nos reunimos semanalmente, adoramos a nuestro gran Mesías con los elementos que él mismo ha establecido para nosotros.
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