Lecturas Bíblicas: Día 115
Números 2 | Salmos 36 | Eclesiastés 12 | Filemón 1
Ayer, en el libro de Números, empezamos a hablar de la forma en que Dios organizaba el espacio físico dentro del campamento de Israel. En Números 1:47-54, Dios estableció la distribución básica de los asientos: los israelitas debían establecer su campamento con el tabernáculo en el centro mismo del campamento, con los levitas rodeando directamente el tabernáculo para formar una barrera entre el tabernáculo y las otras tribus de Israel, “para que no haya ira sobre la congregación del pueblo de Israel” (Núm. 1:53).
Ahora, en Números 2, Dios organiza a las otras tribus en el campamento en un arreglo que se repetía como orden de marcha cuando Israel se trasladaba de un lugar a otro. En el lado este del campamento -y las tribus al frente de la línea cuando Israel marchaba a un nuevo campamento- estaba primero la tribu de Judá, y luego Isacar y Zabulón (Núm. 2:3-9). El lado este era un lugar de primacía, no sólo porque estaba hacia la salida del sol (Núm. 2:3), sino también porque el tabernáculo mismo miraba hacia el este.
Luego, en el lado sur (el segundo grupo de tribus en marchar) estaban Rubén, Simeón y Gad (Núm. 2:10-16). En el lado oeste (el tercer grupo) estaban las tribus de Efraín, Manasés y Benjamín (Núm. 2:18-24). Dan, Aser y Neftalí (el cuarto grupo) acamparon en el lado norte (Núm. 2:25-31).
Pero una vez más, ¿por qué Dios organiza el campamento de esta manera?
Como hemos visto desde el principio de nuestro estudio, Dios es un Dios santo que no puede habitar en medio de un pueblo pecador, no sea que su santidad sea profanada. Por otra parte, Dios ama a su pueblo y quiere habitar en medio de él. En Números, Dios organiza el espacio, los límites y los diversos grados de proximidad necesarios para que su pueblo habite cerca de él en torno a su tabernáculo sin que su santidad lo consuma.
Pero al mismo tiempo, la santidad de Dios está protegida y custodiada por los levitas, que rodean el tabernáculo. Así como los querubines habían sido colocados a la entrada del Jardín del Edén para guardar el camino hacia el árbol de la vida (Gen 3:24), los levitas guardan aquí (Num 1:53-la misma palabra hebrea que en Gen 3:24) el camino hacia el tabernáculo.
Dios condesciende a habitar en medio de su pueblo sólo por su gracia libre, pero la gracia de Dios siempre mantiene su santidad. Al enviar a Jesús a morir en nuestro lugar, como sacrificio sustitutivo por nuestro pecado, Dios guardaba su santidad. Dios no es un juez corrupto que pervierte la justicia cuando nos perdona, porque Jesús ya ha pagado la pena en su totalidad.
Por medio de Cristo, Jehová guarda la pureza de su santidad y abre el camino del árbol de la vida a quienes creen en Él para salvarse.