Octubre 27: Meditación Bíblica para 2 Reyes 8

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Lecturas Bíblicas: Día 300
2 Reyes 8 | 1 Timoteo 5 | Daniel 12 | Salmos 119:49–72

La historia de la recuperación de la tierra de la sunamita en 2 Reyes 8 parece, al principio, un acontecimiento extraño que se añade a la historia de los reinados de Israel, Siria y Judá en el resto del capítulo, pero es más de lo que parece. Curiosamente, lo que tenemos aquí en 2 Reyes 8 es otra historia de israelitas que abandonan la Tierra Prometida debido a una situación difícil.

Leímos la primera de estas historias en Génesis 12, donde Abram y Sarai abandonan pecaminosamente la Tierra Prometida durante una hambruna, a pesar de que Jehová les había ordenado específicamente que vivieran en la Tierra Prometida (Génesis 12:1). El Señor enriqueció a Abram en Egipto a pesar de su desobediencia (Gn. 12:16), y le dio una sierva egipcia a la que Abram llamó Agar. Pero, a través de Agar, Abram tuvo un hijo llamado Ismael, que fue una fuente perpetua de discordia para el pueblo de Dios.

Luego, en el libro de Rut, una familia se marcha de Belén a Moab debido a otra hambruna, sin una orden explícita de quedarse o irse. Mientras están allí, la mayor parte de la familia muere, quedando sólo una viuda llamada Noemí y su nuera moabita, Rut. A través de Rut, Noemí no sólo consigue riqueza gracias a su pariente redentor, Booz, sino también un hijo (Rut 4:17). Este hijo, sin embargo, no queda excluido de las promesas de Dios como Ismael, sino que es Obed, el padre de Isaí, el padre de David.

Y ahora vemos a una mujer que pasa una temporada en la tierra de los filisteos por orden explícita de Eliseo, el profeta de Dios, a causa del hambre (2 Re 8:1). Una vez más, un hijo y la riqueza están en el centro de la historia, ya que la mujer recupera su riqueza cuando Giezi recuerda que Eliseo había resucitado al hijo de esta mujer (2 Re 8:5-6). Entonces, ¿por qué se nos ofrece esta historia aquí, y por qué debería contarse la historia de esta manera, para parecerse a las dos historias anteriores?

En primer lugar, esta historia nos recuerda que aun cuando Israel y Judá se hunden más en el pecado bajo reyes malvados como Joram, rey de Israel, y Joram, rey de Judá, Dios sigue obrando de la misma manera que lo había hecho en momentos críticos de la historia de Israel. En segundo lugar, y lo que es más importante, esta historia prefigura la manera en que el propio Hijo de Dios, Jesús, entraría en el mundo. Jesús bajó a Egipto por orden de un ángel del Señor, después de haber recibido las riquezas de los sabios (Mateo 2:11), para escapar del peligro, no de una hambruna, sino del rey Herodes, que ejecutaba a todos los niños menores de tres años (Mateo 2:13-15).

Incluso cuando los tiempos parecen más oscuros, estas cuatro historias se mantienen unidas como testimonio de la seguridad que Dios nos da de que seguirá proveyendo a su pueblo.

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