Meditación Bíblica para Números 27

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Lecturas Bíblicas: Día 138
Números 27 | Salmos 70–71 | Isaías 17–18 | 1 Pedro 5

Como Moisés no se quedará con Israel para siempre, a medida que leemos el final del Pentateuco, Moisés va haciendo cada vez más preparativos para su inminente ausencia. En Números 27, Moisés prepara su partida de dos maneras importantes.

En primer lugar, en Números 27:1-11, Moisés aclara los derechos de herencia de las hijas de Zelofehad, que había muerto sin hijos a los que pudiera dejar su herencia. Según la ley estándar, el nombre de su padre y la herencia de su familia serían borrados de Israel sin ninguna herencia que transmitir, a menos que Jehová hiciera una disposición diferente.

Moisés, entonces, pregunta por el caso a Jehová, que dicta lo que habría sido un decreto extraordinario según las costumbres de la época: Jehová ordena que si un hombre muere sin descendencia, sus hijas reciban la herencia (Núm. 27:8) y, si no hay hijas, la herencia pase a los hermanos del hombre o a los hermanos de su padre o a sus parientes más cercanos (Núm. 27:9-11). Esta ley proporciona algunos de los antecedentes de la historia de Rut, que busca a Booz como pariente redentor cuando su marido muere junto con su hermano y su padre, dejando sólo a las mujeres: Rut, la cuñada de Rut, Orfa, y la suegra de Rut, Noemí (Rut 1:1-5).

En segundo lugar, Jehová ordena a Moisés que encargue a Josué que asuma el liderazgo de Israel cuando él falte, invistiendo a Josué con la misma autoridad que Moisés para que toda la nación de Israel le obedezca (Núm. 27:18-20). Para comisionar a Josué para el liderazgo, Moisés impone sus manos sobre él, un ritual que se traslada a la práctica neotestamentaria de ordenar tanto diáconos (Hch. 6:6) como ancianos (1 Tim. 4:14, 5:22; 2 Tim. 1:6).

A veces, pensamos en el liderazgo cristiano en términos de la indispensabilidad del líder. Por eso, cuando un líder de la iglesia muere y el ministerio se desmorona, sacamos la conclusión de que el líder debía de ser extraordinariamente especial. Aunque la Biblia reconoce la tragedia de ver morir a grandes líderes (cf. Deut. 34:8-12), también enseña que parte del liderazgo cristiano implica preparar a la siguiente generación.

El apóstol Pedro escribió específicamente sobre este punto. Escribe lo siguiente “Y yo me esforzaré para que, después de mi partida, podáis recordar estas cosas en cualquier momento” (2 Pe. 1:15). Cuando su tiempo se acortó, procuró preparar a la siguiente generación para seguir a Cristo.

En tu ministerio, ¿buscas hacerte indispensable o trabajas con la humildad de exaltar a Cristo por encima de ti mismo? Medita sobre las palabras de Juan el Bautista, el último y más grande profeta del antiguo pacto (Mateo 11:11): “Es necesario que [Jesús] crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30).

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