Lecturas Bíblicas: Día 129
Números 17–18 | Salmos 55 | Isaías 7 | Santiago 1
En los diez primeros capítulos de Números, Jehová estableció múltiples fronteras físicas para proteger su santidad. Pero las numerosas rebeliones de Israel -encabezadas por la rebelión de Coré en Números 16- plantean serios interrogantes sobre si Jehová permitiría que continuaran los mismos protocolos. Puesto que Coré había sido coatita, ¿conservarían los coatitas su llamamiento al ministerio? ¿Elevaría Jehová a los otros clanes de Leví, o desecharía el sistema por completo y comenzaría con algo nuevo? Encontramos al pueblo de Israel presa del pánico, preguntando a Moisés: “Cualquiera que se acercare, el que viniere al tabernáculo de Jehová, morirá. ¿Acabaremos por perecer todos?” (Núm. 17:13).
Entonces, Jehová ordena que cada una de las doce tribus proporcione una vara marcada con el nombre de su tribu, a excepción de la tribu de Leví a la que Jehová ordenó que escribiera el nombre de Aaron en su vara (Núm. 17:1-3). Luego, Moisés toma las varas de cada jefe tribal y las deposita durante la noche en el tabernáculo (Núm. 17:6-7). Para demostrar sin lugar a dudas que Jehová había escogido únicamente a los hijos de Aarón para que se acercaran a él como sacerdotes en su tabernáculo, Jehová hace que de la vara de Aarón -y sólo de ella- arrojen renuevos, flores y almendras maduras (Núm. 17:8).
El signo específico que Jehová elige para demostrar su elección de los hijos de Aarón como sacerdotes es fascinante. Aquí vemos a Jehová dando literalmente nueva vida a la rama muerta de un árbol (es decir, una vara de madera) haciéndola brotar, y toda otra vara muerta es apartada de la presencia de Jehová.
Esta historia arroja luz sobre lo que Jesús quiso decir en Juan 15 cuando explicó que él era la vid verdadera: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.” (Jn 15, 5-6).
Nunca nos acercamos a Dios a nuestra manera; Dios pone las condiciones para que nos acerquemos. Antiguamente, Dios llamaba a un pequeño grupo de personas, todas descendientes de un hombre, Aarón, como aquellos que tenían el privilegio único de acercarse a Él. Y todavía hoy, Jesús advierte que los que no permanezcan en él serán recogidos y llevados lejos, como las otras once varas de las tribus de Israel, y además serán arrojadas al fuego y quemadas.
Pero Jesús también nos anuncia aquí la buena noticia del Evangelio: quien permanezca en Él dará mucho fruto, arrojando renuevos, flores y almendras como la vara de Aarón de Aarón. Jesús vino a dar vida nueva y sobrenatural a ramas muertas como tú y como yo.
Por eso, hijitos: Permaneced en él.