Lecturas Bíblicas: Día 125
Números 12–13 | Salmos 49 | Isaías 2 | Hebreos 10
Números 12 es donde las cosas empiezan a desmoronarse. A lo largo de todo Números -y de Éxodo y Levítico antes de eso- hemos visto a Jehová establecer un arreglo altamente organizado en el campamento de Israel, permitiendo que su santidad habite en medio de gente pecadora. Para mantener su santidad libre de profanaciones -y para evitar que los israelitas sean destruidos por su santidad- ha llamado a ciertas personas a estar cerca de él en diferentes grados.
Pero a partir de Números 12, varias facciones comienzan a cuestionar el sistema que Jehová ha establecido y, en concreto, dirigen gran parte de sus críticas a Moisés por envidia a la cercanía privilegiada de la que goza con Jehová. Lo peor de esta situación es que las críticas a Moisés comienzan con los más cercanos a él: su hermano Aarón y su hermana Miriam.
El desafío concreto que plantean Miriam y Aarón se refiere al ministerio profético de Moisés, argumentando que Jehová ha hablado a través de muchas personas, y no sólo a través de Moisés (Núm. 12:2). Parece, sin embargo, que su crítica tiene su origen en su desaprobación de la esposa cusita de Moisés (Núm. 12:1). Jehová no tenía ningún problema con el matrimonio de Moisés, como deja claro, así que lo más probable es que se trate de un asunto personal y mezquino que Miriam y Aarón tenían con la esposa de Moisés.
Jehová responde en parte defendiendo a Moisés, pero lo principal que hace Jehová es restablecer sus límites para habitar en medio de Israel. Si alguien quiere servir como profeta, Jehová insiste en que dará a conocer esa vocación al profeta (Núm. 12:6).
De hecho, eso es exactamente lo que había sucedido en Números 11: Jehová hizo profetas a setenta de los ancianos de Israel, incluso pasando por alto el hecho de que Eldad y Medad no habían salido del campamento como se suponía que debían hacer. Es prerrogativa de Jehová -y sólo de Jehová- poner su Espíritu sobre alguien para que esa persona hable en su nombre.
Y eso es lo que Jehová encontró tan ofensivo. De entre todas las personas, Jehová había designado sólo a Moisés para desempeñar un papel especial como mediador del pacto que estaba formando con Israel. Con Moisés, Jehová había elegido hablar de boca a boca, no como un profeta común que tiene un sueño o una visión ocasional, sino como un amigo (Ex. 33:11). Criticar a Moisés era criticar a Jehová por su elección de mediador. Para Jehová, esta crítica era personal.
En esto vemos un atisbo de lo que el Padre siente por su Hijo. Donde Moisés era el fiel a la casa (Núm. 12:7), se nos dice que Jesús es el constructor de la casa (Heb. 3:3). No sólo el Padre ha elegido a Jesús para ser el mediador del nuevo pacto, sino que Jesús es el Hijo amado y unigénito del Padre.
Por eso todas las religiones no pueden ser iguales. Infinitamente más que incluso con Moisés, el Padre asume personalmente el honor y la gloria de su Hijo.