Lecturas Bíblicas: Día 121
Números 8 | Salmos 44 | Cantar de los cantares 6 | Hebreos 6
En Números 8, Jehová prepara a los levitas para su servicio limpiándolos. Lo primero que vemos en Números 8 es que los levitas eran limpiados durante este proceso con el agua de la expiación rociada, afeitándose el cuerpo y lavando sus ropas (Núm. 8:7). Se trataba de un proceso espiritual para capacitarlos para los deberes espirituales en la adoración y el servicio a Jehová, pero parte de ese proceso requería una limpieza física con agua. En muchos sentidos, esta limpieza prefigura el bautismo cristiano, en el que nuestro lavado físico con agua se corresponde con la limpieza espiritual que recibimos a través de la sangre de Jesús.
También encontramos aquí sacrificios de sangre en el proceso de purificación de los levitas. Parte de su purificación requería una ofrenda por el pecado y un holocausto “para hacer expiación por los levitas” (Núm. 8:12). Las ofrendas por el pecado se hacían con el fin de eliminar la culpa por pecados específicos (Lev. 4:1-5:13), y los holocaustos se consumían completamente en el fuego para simbolizar la dedicación completa del adorador como “aroma agradable a Jehová” (Lev. 1:9).
Los toros y las ofrendas de grano no eran los únicos sacrificios ofrecidos a Jehová. Curiosamente, los propios levitas eran ofrecidos como ofrenda mecida. En parte, esto significa que los levitas pertenecían a Jehová (Núm. 8:14-18), dedicados a él mediante la ofrenda mecida.
Pero también significa que Jehová ha “dado los levitas como don a Aarón y a sus hijos de entre el pueblo de Israel” (Núm. 8:19). Dios dio a los levitas como don para servir a los sacerdotes, que servían a todo Israel. Una vez más, la principal responsabilidad de los levitas era custodiar el tabernáculo “para que no haya plaga entre el pueblo de Israel cuando éste se acerque al santuario” (Núm. 8:19).
Luego, una vez completado el proceso de purificación, los levitas comenzaban a realizar el trabajo que Jehová había preparado para ellos (Núm. 8:22), hasta el momento en que debían retirarse del servicio por vejez (Núm. 8:23-26).
En Hebreos 10:19-25, aprendemos que recibimos la sangre rociada de Jesús y el lavado de nuestros cuerpos con el agua pura del bautismo en gran medida por las mismas razones por las que los levitas fueron limpiados. En primer lugar, somos purificados para poder acercarnos al Padre en adoración por medio de Cristo (Heb. 10:22).
Pero en segundo lugar, somos purificados para que, como los levitas, podamos dedicarnos al ministerio al que nos llama nuestro Señor: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras, no dejando de reunirnos, como algunos tienen por costumbre, sino animándonos unos a otros, y tanto más cuanto veis que aquel Día se acerca” (Heb. 10:24-25).
La sangre de Jesús y tu bautismo te equipan para la adoración y para el ministerio. No los desperdicies.