Mientras Génesis 1 nos brinda una descripción general de la creación, Génesis 2 reduce la velocidad de la narración para contarnos más detalles sobre la creación de Adán y Eva, así como los propósitos de Jehová para la humanidad en la tierra. En Génesis 2, vemos una dimensión diferente de la historia de la creación de Dios: vemos que Dios tenía la intención de que la creación fuera el lugar donde morara con la humanidad en la tierra.1
Específicamente, Dios creó el Jardín del Edén para que fuera su morada santa y perfecta en la tierra para poder habitar con su pueblo. Podríamos tener la idea de que toda la tierra era hermosa, exuberante y perfecta en el momento de la creación, pero eso no es exactamente lo que estamos viendo en Génesis 2. Más bien, vemos que Jehová plantó un jardín especial en Edén, donde colocó al hombre Adán y a su mujer Eva para vivir (Gén. 2:8).
Este jardín está en el centro de la creación, de modo que del Edén brotaron ríos para regar toda la tierra (Gén. 2:10–14). Aquí, Jehová plantó toda clase de árboles con alimento bueno para que comieran Adán y Eva, así como dos árboles únicos: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal (Gén. 2:9).
En cuanto al hombre, leemos que Jehová lo puso en el Jardín del Edén “para trabajarlo [‘abad] y guardarlo [shamar]” (Gén. 2:15). Estas palabras son fascinantes porque se usan principalmente en la Biblia para describir el trabajo sacerdotal en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Los sacerdotes eran los que servían (‘abad) en el tabernáculo, guardando/custodiando (shamar) el mobiliario sagrado en el tabernáculo así como la santa ley de Jehová.
Adán, entonces, fue el primer sacerdote de Dios, sirviendo en el Jardín del Edén como su templo. Probablemente lo que originalmente significaba trabajar y guardar el Jardín del Edén era cultivar y expandir los límites del jardín poco a poco, de tal modo que al multiplicarse Adán y Eva fructíferamente y engendrar hijos hasta llenar toda la tierra (Gén. 1:28) , el Jardín del Edén también se expandiría para llenar toda la tierra.
De esta manera, toda la tierra estaría llena de la gloria de Dios, no solo con un templo que se extendería por toda la creación, sino también con los propios portadores de la imagen de Dios esparcidos por toda la tierra que Dios había creado.
Pero, por supuesto, si bien esta pudo haber sido la intención original de la creación, cuando el pecado entró en el mundo en Génesis 3, todo cambió. En la lectura de mañana, veremos no solo cómo Jehová ya no pudo habitar con su pueblo de la misma manera después de haber pecado, sino también lo que prometió hacer para restablecer lo que el pecado destruiría en el Edén.
- Casi todo el contenido de esta meditación proviene de la obra maestra de G. K. Beale The Temple and the Church’s Mission (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2004), un libro que recomiendo enfáticamente para seguir estudiando sobre el Jardín del Edén, el templo y la teología de la morada de Dios. ↩︎