Lecturas Bíblicas: Día 356 2 Crónicas 26 | Apocalipsis 13 | Zacarías 9 | Juan 12 |
Uzías, el rey sobre el que leemos en 2 Crónicas 26, también recibe el nombre variante de Azarías en el registro de su reinado en 2 Reyes 15:1-7. Su mención en 2 Reyes 15 es bastante breve, entremezclada con todos los relatos de los reyes de Israel, pero allí encontramos esta declaración sin explicación alguna: “Mas Jehová hirió al rey con lepra, y estuvo leproso hasta el día de su muerte, y habitó en casa separada” (2 Re 15:5). ¿Por qué iba Jehová, de repente, a herir de lepra a un rey relativamente piadoso (2 Re 15:3)? Aunque 2 Reyes no lo dice, descubrimos el resto de la historia en nuestra lectura de hoy.
Aunque durante la mayor parte de su vida Uzías buscó fielmente a Jehová, y Jehová lo hizo prosperar (2 Cr. 26:5), el rey se enorgullece de sus fuerzas hacia el final de su vida (2 Cr. 26:16). Debido a su orgullo, entra perversamente en el templo de Jehová para quemar incienso, a pesar de que le está prohibido hacerlo como rey del linaje de David, ya que no es sacerdote del linaje de Aarón. Los sacerdotes se enfrentan fielmente a Uzías, y cuando éste responde airado, Jehová lo hiere con la lepra, y vive el resto de sus días en cuarentena del resto del pueblo -y en particular, en cuarentena del templo- a causa de su enfermedad (2 Cr. 26:16-23). Recordemos que Uzías no fue el primer rey que usurpó el papel de los sacerdotes: el rey Saúl también ofreció un sacrificio en lugar de esperar a que Samuel viniera a ofrecerlo en 1 Samuel 13. El mensaje constante a lo largo del Antiguo Testamento es que los reyes de Israel no pueden acercarse a Dios como sacerdotes.
Sin embargo, cuando Jesús vino al mundo, vino para convertirse en nuestro sumo sacerdote para siempre, a pesar de ser un rey del linaje de David y no del linaje de Aarón. Por esta razón, Hebreos 7 nos remite al ejemplo del rey-sacerdote Melquisedec de Génesis 14, que era mayor que Abraham (y por lo tanto mayor que Leví), así como a la profecía del Salmo 110:4 de que algún rey venidero sería también “sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”. Jesús se convierte en sacerdote, pero no exigiendo con orgullo el papel como hace Uzías en 2 Crónicas 26. Más bien, el Padre nombró sacerdote a Jesús a causa de la debilidad e inutilidad del sacerdocio anterior (Heb. 7:18) para que Jesús nos salvara hasta lo sumo y nos permitiera acercarnos a Dios por medio de él (Heb. 7:25).
La presencia de Dios nunca debe tomarse a la ligera, pero gracias a Jesús, acerquémonos juntos a Dios por medio de Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, que vive siempre para interceder por nosotros.