Lecturas Bíblicas: Día 111
Levítico 25 | Salmos 32 | Eclesiastés 8 | 2 Timoteo 4
Levítico 25 nos introduce en uno de los acontecimientos más intrigantes que Jehová ordenó para su pueblo: el Año del Jubileo. En parte, el Año del Jubileo es fascinante como modelo económico para restituir los bienes heredados perdidos a las familias que tuvieron que venderlos a causa de las deudas, pero el Año del Jubileo es también una curiosidad histórica, ya que las pruebas de que disponemos sugieren que Israel rara vez, o nunca, celebraba el Año del Jubileo.1
El Año del Jubileo caía el año siguiente a cada séptimo período de siete años (Lev. 25:8) -en otras palabras, el Año del Jubileo era el año siguiente a cada cuadragésimo noveno año (Lev. 25:10-11). Ese año quincuagésimo era el más alto de todos los festivales de Israel. En ese año, la tierra descansaba (Lev. 25:11), igual que lo habría hecho durante un año sabático (Lev. 25:1-7).
Pero más que simplemente permitir que la tierra descansara, el Año del Jubileo era un año de restauración de la propiedad. Por lo tanto, si un israelita había atravesado tiempos difíciles y había vendido su herencia en la Tierra Prometida para pagar una deuda, el comprador devolvería la propiedad al dueño original durante el Año del Jubileo. No importaba si la propiedad se había vendido en el primer año o en el cuadragésimo noveno año del ciclo del Jubileo, el propietario original recuperaba su herencia, aunque los israelitas podían comprar y vender propiedades a diferentes precios dependiendo de cuándo llegara el siguiente Año del Jubileo (Lev. 25:14-17).
Jehová da la razón de esta restauración de la propiedad en Levítico 25:23: “La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo“. En otras palabras, la Tierra Prometida no era posesión de Israel para venderla o comprarla; la tierra pertenecía a Jehová, y él se la dio a Israel como un regalo. Los israelitas no eran más que extranjeros y forasteros con Jehová, sin ningún derecho y recibiendo su herencia sólo por gracia.
De este modo, Jehová hizo posible que incluso las familias más pobres de Israel sobrevivieran de generación en generación.2 No importaba lo empobrecida que llegara a estar una generación, a la siguiente se le devolvería su propiedad en el Año del Jubileo.
Así pues, el Año del Jubileo era escatológico, es decir, anticipaba el fin de los tiempos. Cada vez que Israel celebraba el Año del Jubileo, esperaba tangiblemente la restauración de la herencia definitiva que Dios había prometido a su pueblo: una nueva creación, con nuevos cielos y nueva tierra. Lo que el pueblo de Dios perdió por su deuda de pecado, Jesucristo lo restauró con su vida, muerte y resurrección.
Y en el último Año del Jubileo, cuando Jesús regrese, el pueblo de Dios no volverá a languidecer bajo la pobreza de la maldición; en cambio, seremos nombrados coherederos para heredar todas las cosas por medio de Jesucristo (Rom. 8:17).
Notas al pie
- Gordon J. Wenham, The Book of Leviticus, NICOT (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1979), 318. ↩︎
- Christopher J. H. Wright, The Mission of God: Unlocking the Bible’s Grand Narrative (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2006), 294–95. ↩︎