Lecturas Bíblicas: Día 104
Levítico 18 | Salmos 22 | Eclesiastés 1 | 1 Timoteo 3
No hay forma de evitarlo: Levítico 18 es un capítulo incómodo de leer. Aquí, Jehová detalla todas las posibles personas a las que un hombre tenía prohibido acercarse para descubrir su desnudez, es decir, para acercarse sexualmente. Sin embargo, este capítulo tiene un gran significado hoy en día, ya que vivimos en una cultura obsesionada con las relaciones sexuales entre cualquier persona, en cualquier contexto y en cualquier momento. Levítico 18 es uno de los capítulos más explícitos para establecer una teología de la sexualidad humana.
En primer lugar, es interesante que estas leyes hubieran prohibido los matrimonios de dos de los patriarcas, Abraham y Jacob. Abraham se había casado con su hermanastra -la hija de su padre, pero no la hija de su madre (Gen 20:12)-, una relación que Jehová prohíbe específicamente en Levítico 18:9. En cuanto a Jacob, había tomado a Raquel como esposa rival de su hermana, Lea, mientras ésta aún vivía, lo que Jehová prohíbe aquí en Levítico 18:18.
Aunque no existían tales prohibiciones en el momento en que Abraham o Jacob se casaron con sus esposas, debemos reconocer que estos matrimonios eran profundamente problemáticos, incluso si hubieran sido lícitos. Abraham abusó del parentesco de Sara con él mintiendo sobre su matrimonio en dos ocasiones (Gen. 12:10-20, 20:1-18). Y cuando Jacob se casó con Raquel y Lea, les amargó la vida por su rivalidad matrimonial (Gen. 29:1-30:24).
En segundo lugar, Jehová señala tres veces en este capítulo (Lev. 18:3, 24-25, 27-28) que la actividad que estaba prohibiendo no era teórica o hipotética, sino que eran la práctica habitual tanto de Egipto como de las naciones que estaban siendo vomitadas fuera de la tierra de Canaán.
En tercer lugar, aunque relacionado con lo anterior, Jehová vincula estas normas sobre las relaciones sexuales con el propósito general y declarado de la ley, según el cual todo el que obedezca las normas de la ley vivirá por ellas (Lev. 18:5). De este modo, Jehová sitúa el comportamiento sexual en el contexto de la santidad, de modo que incurrir en un comportamiento sexual ilícito representa algo mucho peor que quebrantar una norma arbitraria: tal actividad profanaba la santidad de Jehová, que habitaba en medio de Israel.
Nuestra sexualidad no es algo insignificante para Jehová, y lo que era cierto para Israel bajo el antiguo pacto adquiere aún más significado para los que vivimos hoy. Para Israel, la inmoralidad sexual profanaba el tabernáculo donde la presencia de Dios moraba en medio de ellos.
Pero hoy, hemos sido hechos miembros del cuerpo de Cristo, y Dios nos ha hecho incluso el templo en el que vive su Espíritu Santo. Por eso, Pablo explica en 1 Corintios 6:12-20 que la inmoralidad sexual no sólo mancilla nuestros cuerpos, sino que en realidad une a Cristo con una prostituta y mancilla al Espíritu Santo que habita en nosotros.
Por tanto, “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” (1 Cor. 6:19-20).