Diciembre 21: Meditación Bíblica para 2 Crónicas 25

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Lecturas Bíblicas: Día 355
2 Crónicas 25 | Apocalipsis 12 | Zacarías 8 | Juan 11

Amasías, como su padre Joás, es un rey piadoso que no termina su vida tan fielmente como la empieza. Por eso, el resumen del reinado de Amasías dice así: “Hizo él lo recto ante los ojos de Jehová, aunque no de perfecto corazón” (2 Cr. 25:2). Amasías, entonces, da muerte justamente a los siervos que habían asesinado a su padre, y también es obediente al no dar muerte a sus hijos por lo que hicieron sus padres, según la ley de Moisés (2 Cr. 25:3-4). Sin embargo, hacia el final de su vida, comienza a buscar a los dioses de Edom, y cuando esto sucede, el Señor ordena su muerte (2 Crón. 25:20).

En la meditación de hoy, sin embargo, nos fijaremos en la historia de la mitad de este capítulo, en la que Amasías desobedece y obedece a la vez. En 2 Crónicas 25:5-13, leemos que Amasías contrata a cien mil guerreros de las tribus del norte de Israel por cien talentos de plata (2 Crón. 25:6). Con esto, Amasías revela que en realidad no cree que Jehová le ayude en la batalla, ya que un hombre de Dios (es decir, un profeta) viene a decirle: “Pero si vas así, si lo haces, y te esfuerzas para pelear, Dios te hará caer delante de los enemigos; porque en Dios está el poder, o para ayudar, o para derribar” (2 Cr. 25:8).

Hasta aquí, esta interacción es bastante típica: los líderes y reyes tanto de Israel como de Judá han buscado a menudo todo tipo de intervenciones para que les ayuden en la guerra, para luego ser reprendidos por un profeta. Sin embargo, la respuesta de Amasías es fascinante: “¿Qué, pues, se hará de los cien talentos que he dado al ejército de Israel?”. A esto, el hombre de Dios responde: “Jehová puede darte mucho más que esto” (2 Cr. 25:9). Esto se conoce como la falacia del coste hundido, en la que creemos que como ya hemos invertido mucho en la solución equivocada, nos irá mejor si seguimos por ese camino en lugar de reducir nuestras pérdidas y cambiar al camino correcto.

A menudo, después de haber invertido fuertemente en nuestros propios planes y esquemas para nuestro futuro, es tentador querer mantener el rumbo, pase lo que pase. Incluso cuando el Espíritu Santo comienza a convencer a nuestros corazones de la falta de fe de nuestros planes, sentimos un fuerte impulso de terminar las cosas de todos modos después de haber llegado tan lejos. ¿Estás convencido de pecado pero preocupado por recuperar tu inversión? Arrepiéntete hoy mismo y escucha la promesa de la palabra de Dios: Él es capaz de darte mucho más que esto y, de hecho, es capaz de hacer “mucho más abundantemente que todo lo que pedimos o pensamos” (Ef. 3:20).

La cuestión no es si Dios puede restaurar nuestras pérdidas, sino más bien ésta: ¿Confiarás en que lo hará?

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