Alguien dijo una vez que 50 años no era suficiente tiempo para conocer a su esposa. Sin embargo, en el primer lustro de matrimonio, su mujer parecía conocer todo acerca de él, quizás porque le amaba sobremanera. Nunca sabremos si era una exageración de su parte o un cumplido para la madre de sus hijos. Lo cierto es que conocer verdaderamente a alguien es una tarea imposible de realizar.
Si bien, las hermosas damas que nos acompañan en nuestra peregrinación en la tierra parecieran poseer un espíritu más agudo que el nuestro en este aspecto, no creo que alguien pueda llegar a conocer a otra persona en su expresión más íntima. Aun así, el Señor nos invita a conocerle tanto como sea posible, ya que nuestra relación con Él no es de un solo sentido, sino de doble vía.
Dios toca la mente y el corazón de sus hijos con profundidad para que conozcamos así sea una ínfima parte de lo que es y para poner en nuestras manos el camino de la salvación. Ahora, si Dios desea esto, ¿por qué negarnos a hacerlo? Acaso no dice por medio del profeta: porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos (Oseas 6:6).
Como hijos de Dios, en Cristo Jesús, es nuestro deber conocerle tal como Él lo desea para seguir en sus caminos y acercarnos a la verdad, lo contrario es desobediencia. ¿O no es esto lo que manifiesta al rey David en el Salmo 32?
Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti.
Reitero, el Señor nos llama a conocerle, pues solamente en el conocimiento de Dios y de Jesucristo, a quien él ha enviado, está la vida eterna. En ese sentido, la teología, que es el conocimiento de Dios, debería ser un elemento de valor incalculable para nosotros, puesto que, si la iglesia es la esposa de Cristo y solo en Él hay salvación, únicamente en el conocimiento del Dios verdadero hallaremos vida eterna.
Como la esposa que anheló conocer a su esposo porque le amaba verdaderamente, la iglesia también debería amar y conocer a aquel que dio su vida por ella. Partiendo de esto, la teología no trata de tener información acerca de Dios (recitar 500 o mil versículos de la biblia de memoria), sino de conocerle y amarle en Espíritu y en verdad por causa de lo que hizo, hace y hará por nosotros, afirma Sugel Michelen.
He estado remando en círculos a propósito, porque intento mostrar la importancia que tiene la teología en la vida de todo buen cristiano, y es que, contrario a lo que dice la mayoría, hacer teología es conocer todo acerca de Dios, de sus atributos y de la verdad revelada en las escrituras. Así que tan bueno es conocer y predicar del amor de Dios y de su misericordia para con los hombres, como conocer y hablar de su santidad, de su soberanía y de su justicia. ¿No lo creen?
Una teología como esta magnifica el evangelio, porque muestra a Dios cómo realmente es. Mirémoslo de esta manera: el Dios Santo que reclama la retribución justa por el pecado del hombre es el mismo que derrama amor, misericordia y gracia abundante sobre sus hijos. De ahí que hablar del amor de Dios reduciendo la importancia de sus otros atributos es cercenar la verdad y un síntoma inequívoco del desconocimiento del verdadero amor.
Conforme a lo anterior, un artículo publicado en el sitio web Coalición por el Evangelio resalta la utilidad de la teología de esta manera: Estudiar teología es un privilegio, pues conocer a Dios es un privilegio. No podemos permitir que nuestro orgullo, flojera o miedo nos impidan disfrutar del regalo de amar más profundamente a nuestro Creador. Porque, “el corazón no puede amar lo que la mente no conoce”.
Y complementa: Somos buenos teólogos cuando nos acercamos a la Palabra con diligencia, dejando que Dios se revele a través de ella y no imponiendo nuestras propias ideas al texto. Estamos siendo buenos teólogos cuando aprendemos de aquellos que tienen más conocimiento y experiencia que nosotros, siempre con Biblia en mano y discerniendo la verdad del error.
Como se puede apreciar, la teología no trata de imponer el pensamiento propio por sobre el pensamiento del Rey soberano o de los demás, sino de extraer la verdad bíblica para aplicarla con amor en nuestras vidas y en la vida de la iglesia, puesto que pertenecemos a Cristo.
En lo tocante a nuestra vida y la vida de la iglesia, Yan Sang, diacono de la Iglesia Bautista Internacional en República Dominicana, manifiesta: La teología es algo que vivimos todos los días. Por eso, es necesario que el cristiano reflexione teológicamente en todo lo que hace en su vida diaria para que, de una manera práctica, pueda ser confrontado con las verdades de Dios y vivir en obediencia a Él.
Si para la mayoría la teología es un fastidio, para los hijos de Dios es una bendición porque nos permite vivir a la luz del evangelio, es decir, de la forma que agrada a Dios.
El Doctor R.C. Sproul en su libro, Todos somos teólogos, (p. 22) lo plantea de esta forma: “Muchas personas creen que el estudio teológico tiene poco valor. Dicen: ‘No necesito la teología; solo necesito conocer a Jesús’. Pero para cualquier cristiano la teología es inevitable. Es nuestro intento de comprender la verdad que Dios nos ha revelado; es algo que todo cristiano hace. De modo que no es una cuestión de ver si vamos a entrar a la teología o no. Es cuestión de ver si nuestra teología es sana o no”.
En resumen, tenemos que agregar que todos hacemos teología, pues, consciente o inconscientemente, construimos una imagen mental de quién es el Señor cuando razonamos acerca de sus atributos, de su obra, de su majestad y de su gloria. Lo importante es que esa imagen se conforme a la verdad de Dios.