Lecturas Bíblicas: Día 252
2 Samuel 3 | 1 Corintios 14 | Ezequiel 12 | Salmos 51
Lamentablemente, acabamos de empezar a leer aquí, en 2 Samuel 3, sobre los asesinatos que comete Joab. De hecho, Joab será una espina clavada en el costado de David durante todo su reinado, de modo que éste ordenará a su hijo Salomón que ejecute a Joab como uno de sus primeros actos oficiales cuando Salomón se convierta en el próximo rey de Israel (1 Re 2:5-6). Sin embargo, el primer asesinato de Joab, aquí en 2 Samuel 3, establece los acuciantes patrones en los que Joab -y David- caerán una y otra vez.
Joab había sido uno de los líderes militares de mayor confianza de David, junto con su hermano Asael, mientras que Abner había sido el comandante del ejército de Saúl (2 Sam. 2:8). Tras la muerte de Saúl, Abner instaló a Is-boset como rey de Israel (2 Sam. 2:8-10), lo que llevó a ambos bandos a un sangriento conflicto (2 Sam. 2:12-17). Cuando Abner huye derrotado de la batalla, Asael, el veloz hermano de Joab, lo persigue y Abner mata a Asael para protegerse (2 Sam. 2:23). Pero, cuando Is-boset acusa a Abner de haberse acostado con la antigua concubina de Saúl (lo que habría supuesto una reclamación del trono de Saúl), Abner rechaza a Is-boset y une sus fuerzas a las de David (2 Sam. 3:6-11).
David abraza alegremente a Abner, pero Joab se niega a perdonarlo por la muerte de su hermano, incluso a pesar de que Abner había tratado de advertir a Asael que desistiera de su persecución porque no quería matarlo (2 Sam. 2:22). Cuando Joab asesina a traición a Abner, David se distancia de lo que Joab ha hecho, sin embargo, no lo castiga (2 Sam. 3:37), y esta pasividad de David marca la pauta de la relación entre David y Joab para el resto de sus vidas. Joab asesinará siempre que lo considere oportuno -incluso asesinará al propio hijo de David, Absalón (2 Sam. 18:14)- pero David no le pedirá nunca cuentas.
Sin embargo, no es solo a Joab, a quien David se niega a disciplinar. David también se negará a disciplinar a sus propios hijos cuando violen y asesinen, e incluso cuando intenten asesinarlo a él mismo (2 Sam. 13-18). Aunque algunos pecados de David son más flagrantes (por ejemplo, el adulterio y el asesinato en 2 Samuel 11), es la incapacidad de David para disciplinar lo que le va a causar más problemas durante su reinado.
Ya desde los inicios de la historia del reinado de David vemos advertencias de no poner demasiada confianza en él. Es el rey ungido que sigue el corazón de Dios, pero no será el que destruya para siempre a los enemigos de Dios ni el que traiga una paz duradera a su pueblo. Así que, aunque los muchos éxitos de David anticipan quién será Jesús, también debemos ver que los fracasos de David anticipan lo que Jesús no será, de modo que Jesús tendrá éxito donde David ha fracasado.
David puede ser un mesías, pero no es el Mesías.