Lecturas Bíblicas: Día 248
1 Samuel 29–30 | 1 Corintios 10 | Ezequiel 8 | Salmos 46–47
La narración de 1 Samuel 30 nos describe la última prueba a la que debe someterse David como líder de un movimiento clandestino antes de convertirse en rey de Israel. Aunque Saúl llevaba tiempo queriendo matar a David, nunca antes se había enfrentado a amenazas contra su vida por parte de quienes le rodeaban. Pero en 1 Samuel 30, David se enfrenta a la persecución incluso de aquellos que habían buscado su protección en el desierto.
En 1 Samuel 29, David es expulsado de los filisteos, que le habían dado refugio en su exilio de Saúl. Si David hubiera ido a la batalla, él y sus hombres no habrían descubierto que los amalecitas habían saqueado su campamento, llevándose cautivas a sus mujeres e hijos. Pero como los filisteos rechazaron a David, él y sus hombres tienen tiempo suficiente para perseguir a los amalecitas y rescatar a sus familias.
Al repasar nuestro estudio sobre David hasta este punto, queda claro que Dios ordenó un largo período de preparación -es decir, un largo período de sufrimiento- para David antes de instalarlo como rey. Pero quizá ninguna de las pruebas fue tan devastadora como esta traición. Leemos en 1 Samuel 30:6 que “Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; mas David se fortaleció en Jehová su Dios“. En su desesperación, la gente más cercana a David, aquellos a quienes David había defendido con su vida, ¡ahora están considerando si apedrearlo!
Siempre es así con los líderes del pueblo de Dios. El pueblo de Israel estaba dispuesto a apedrear a Moisés (Éx. 17:4), y Jesús señaló cómo la gente de la capital, Jerusalén -no de alguna ciudad pagana de una nación extranjera- mataba a los profetas de Dios y apedreaba a los enviados a ella (Mt. 23:37). En definitiva, cuando Jesús entró en este mundo, vino para ser perseguido. Su misión era ser traicionado por uno de sus discípulos, despreciado, escarnecido, golpeado, escupido y finalmente ejecutado en la cruz, y todo para poder recibir su reino de la mano de su Padre. El camino de la cruz es el camino por el que Dios prepara a su pueblo para la gloria.
La persecución y el sufrimiento, por tanto, son componentes inevitables del modo en que Dios forja a sus líderes. Sin embargo, tenemos la esperanza de saber que Dios está llevando a cabo algo real e importante incluso a través de nuestro sufrimiento más doloroso. Como escribe Pablo: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Cor. 4:17). ¿Cómo afrontas entonces el sufrimiento en tu propia vida? Como David, ¿”te fortaleces en Jehová tu Dios“, o intentas librarte del sufrimiento por todos los medios posibles? ¿Qué es lo que podría estar tratando de conseguir Dios a través de las pruebas que te envía?