Lecturas Bíblicas: Día 256
2 Samuel 8–9 | 2 Corintios 2 | Ezequiel 16 | Salmos 58–59
Una de las más emotivas historias de la vida de David es la bondad que muestra hacia Mefi-boset, hijo de Jonatán. David y Jonatán hicieron pactos juntos (1 Sam. 18:3, 20:16, 23:18), en los que Jonatán prometía proteger a David de Saúl y David juraba mostrar bondad a la casa de Jonatán (1 Sam. 20:15), es decir, casa en el sentido de familia, tal como vimos en 2 Samuel 7. Además, David prometió a Saúl que, cuando fuera rey, no destruiría a ninguno de sus descendientes (1 Samuel 24:21). David no se tomaba a la ligera sus pactos con Jonatán y sus promesas a Saúl, y por eso, al principio de 2 Samuel 9, encontramos a David tratando de encontrar a cualquier miembro que hubiera sobrevivido de la casa de Saúl a quien pudiera mostrar bondad.
Sería difícil encontrar una historia en la Biblia que captara con más precisión la esencia de nuestra relación con Jesús que la que encontramos en la historia de David y Mefi-boset. En el caso de Mefi-boset, vemos a alguien nacido en la casa de Saúl, una casa que Jehová había rechazado a causa del pecado de la cabeza pactual de esa casa. Y no solamente eso, sino que, como resultado de ese pecado, Mefiboset había quedado lisiado (2 Sam. 4:4). Pero, debido a una promesa pactada, el rey David trata de extender su bondad a ese “perro muerto” (2 Sam. 9:8), así que lleva a Mefi-boset a su palacio, lo trata como si fuera uno de sus propios hijos (2 Sam. 9:11) y lo alimenta de su propia mesa (2 Sam. 9:13).
Para nosotros, fue el pecado de nuestro primer padre, Adán, el que nos dejó no sólo lisiados, sino incluso muertos en nuestros delitos y pecados (Ef. 2:1). Sin embargo, gracias a las promesas de pacto que Jehová hizo a Abraham, Jesús vino como rey davídico para mostrarnos su bondad, llevarnos a la casa de su Padre y darnos de comer de su mesa para siempre, ahora en la Cena del Señor y, en última instancia, en las bodas del Cordero (Ap. 19:9).
Pero el Evangelio de Jesús va más allá de la historia de David y Mefi-boset en el precio que Jesús tuvo que pagar para cumplir las promesas del pacto y llevarnos a la casa de su Padre: nada menos que la muerte en cruz. Pero así como los costos son más profundos en el Evangelio, las bendiciones también van infinitamente más allá. David podía cuidar de Mefi-boset, pero no podía sanarlo. Jesús, en cambio, vino a tomar sobre sí nuestro quebrantamiento, pecado y dolor, para que por su propio sufrimiento pudiéramos ser sanados (Is. 53:4-5).
Si estás en Cristo, la historia de Mefi-boset es tu historia. Alaba hoy a Jesús por su bondad pactada contigo.