Meditación Bíblica para 1 Reyes 12

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Lecturas Bíblicas: Día 282
1 Reyes 12 | Filipenses 3 | Ezequiel 42 | Salmos 94

Lo que la Biblia enseña sobre la relación entre la soberanía de Dios y la responsabilidad del ser humano es, cuando menos, complicado. Por un lado, sabemos que Dios nunca tienta a nadie a pecar, ni es el autor del pecado (Stg 1,13). Pero, por otro lado, también sabemos que reina soberana y providencialmente sobre todas las cosas de este mundo (Rom. 11:36), lo que incluye el pecado en este mundo. ¿Dónde termina lo uno y empieza lo otro? El relato de 1 Reyes 12 nos ayuda a matizar nuestra comprensión de la relación entre la acción humana y la divina en este mundo.

En primer lugar, Jehová nos recuerda en 1 Reyes 12 que a menudo actúa a través de medios ordinarios. Aquí, Jehová había prometido a Salomón que castigaría su apostasía arrancando diez de las tribus de la casa de David. Sin embargo, el cumplimiento de esta promesa no se debe a que Jehová envíe un rayo caído del cielo, sino a un error político bastante simple (pero grave) por parte de Roboam, que se niega a reducir los impuestos del pueblo. Aun así, Jehová insiste en que “esto viene de mí” (1 Re 12:24). En otras palabras, no siempre podemos identificar los actos de Dios en función de si se trata o no de signos y prodigios extraordinarios. Más bien, a menudo Dios actúa precisamente a través de detalles cotidianos y mundanos para cumplir su palabra.

En segundo lugar, vemos en 1 Reyes 12 una vívida ilustración del hecho de que Dios a veces utiliza a personas malvadas para cumplir sus propósitos. En el caso de Jeroboam, Jehová había dicho claramente que Jeroboam cumpliría su voluntad juzgando a la casa de David por el pecado de Salomón. Sin embargo, una vez que Jeroboam se convierte en rey de las diez tribus de Israel, repite inmediatamente el pecado que los israelitas habían cometido al pie del monte Sinaí. Talló becerros de oro para que los israelitas los adoraran en Betel y en Dan, diciendo: “Bastante habéis subido a Jerusalén. He aquí tus dioses, oh Israel, que te hicieron subir de la tierra de Egipto” (1 Re 12,28). Así pues, podemos afirmar que, por un lado, Jeroboam sirve a Jehová, pero por otro, Jeroboam no se parece en nada a David, un hombre conforme al corazón de Jehová (1 Sam. 13:14).

Para unir estos dos principios, pensemos en la cruz de Jesús. En ella vemos a Jesús envuelto en las típicas luchas por el poder político y, además, lo vemos crucificado a manos de “hombres sin ley“, pero se nos dice que todo esto sucedió “según el plan definido y la presciencia de Dios” (Hch 2,23) y que su muerte tuvo lugar para el perdón de los pecados de todos los que acuden a él con fe. No tenemos mejor imagen de la forma en que Dios actúa que en la cruz, donde Dios obró a través de un gran mal para llevar a cabo la salvación del mundo.

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