Octubre 8: Meditación Bíblica para 1 Reyes 11

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Lecturas Bíblicas: Día 281
1 Reyes 11 | Filipenses 2 | Ezequiel 41 | Salmos 92–93

Como rey de Israel, Salomón alcanza niveles extraordinarios durante la edad de oro de Israel. La riqueza fastuosa, los ricos logros culturales y la justicia de amplio alcance caracterizan esta época en un grado que Israel nunca ha visto antes ni después. Pero, precisamente porque Salomón disfruta de tal abundancia, su corazón se ve arrastrado a adorar a los falsos dioses de naciones extranjeras, lo que aquí, en 1 Reyes 11, hace que este extraordinario período de la historia de Israel se derrumbe casi tan rápido como comienza.

La causa principal de la apostasía de Salomón se debe a que se casa con “muchas mujeres extranjeras… gentes de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: ‘No os llegaréis a ellas, ni ellas se llegarán a vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses'” (1 Re. 11:1, 2-3). Ahora bien, esto no es lo mismo que decir que “hay que culpar a una mujer” de todos los problemas de Salomón: el escritor bíblico echa toda la culpa de la apostasía de Salomón a Salomón, que había desobedecido los mandamientos explícitos de Jehová de no casarse con mujeres extranjeras que adoraban a dioses extranjeros.

Aun así, hay aquí una clara advertencia de que debemos ser cuidadosos con la compañía que mantenemos, tanto evitando estar en yugo desigual con los incrédulos (2 Cor. 6:14), como evitando relaciones profundas con personas de carácter particularmente malo, ya que “las malas compañías corrompen las buenas costumbres” (1 Cor. 15:33). Evidentemente, debemos esforzarnos por entablar relaciones con los no creyentes, pues ¿cómo llegarán a conocer las buenas nuevas de Jesús a menos que alguien se lo diga (Rom. 10:14)? Pero, cuando entablamos demasiadas relaciones con personas que no están siendo conformadas a la imagen de Cristo, existe el peligro real de que esas relaciones socaven nuestro discipulado, como sucedió en el caso de Salomón.

Debido a que Salomón viola el pacto de Jehová al servir a otros dioses -algo contra lo que Jehová le había advertido específicamente en dos ocasiones cuando se le apareció (1 R. 11:9-10; cf. 1 R. 3:3-14, 9:1-9)-, Jehová emite una maldición por la desobediencia de Salomón: “romperé de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo… Pero no romperé todo el reino, sino que daré una tribu a tu hijo, por amor a David mi siervo, y por amor a Jerusalén, la cual yo he elegido.” (1 Re 11,11-13). La edad de oro de Israel llega aquí a un final abrupto y terrible. La descendencia de David no obedece a Jehová ni una sola generación.

Sin embargo, Jehová promete mantener al hijo de David en el trono de Israel para que reine al menos sobre una tribu, Judá. Será a través de esta dinastía de reyes, reinando en Jerusalén sobre la tribu de Judá, que Jehová cumplirá finalmente su promesa a David levantando un rey mejor que reinaría no sólo sobre Israel sino sobre todos los reinos de este mundo.

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