Meditación Bíblica para 2 Reyes 7

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Lecturas Bíblicas: Día 299
2 Reyes 7 | 1 Timoteo 4 | Daniel 11 | Salmos 119:25–48

Al final de 2 Reyes 6, encontramos a Ben-hadad, el rey de Siria, asediando Samaria y llevando a la ciudad a la inanición, hasta el punto de que las mujeres se comen a sus hijos para seguir con vida (2 Re 6,28-29; cf. Dt 28,52-57). Sin embargo, incluso en medio de esta situación increíblemente oscura en 2 Reyes 7, encontramos una ilustración brillante y resplandeciente del evangelio de Jesús.

En primer lugar, la historia de 2 Reyes 7 refuerza la doctrina bíblica de que la batalla pertenece a Jehová (1 Samuel 17:47). El Señor simplemente hace que los sirios oigan el ruido de carros, caballos y un gran ejército. Los sirios, creyendo que los israelitas han contratado a los hititas y a los egipcios para ir a la guerra contra ellos, huyen, abandonando todas sus provisiones en su campamento para escapar con vida (2 Re 7,6-7). Jehová da la victoria a Israel sin necesidad de que su pueblo pise el campo de batalla.

En segundo lugar, los leprosos, que se regocijan en el festín pero luego regresan a contárselo a los demás en Samaria, ofrecen una vívida imagen de lo que miserables pecadores como tú y yo ganamos con el Evangelio. Después de acaparar esta fiesta para sí durante un tiempo, los leprosos se vuelven unos a otros y dicen: “No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos; y si esperamos hasta el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey” (2 Re 7:9). De hecho, la palabra para “buenas nuevas” en la Septuaginta (la traducción griega del Antiguo Testamento) es euangellias, la misma palabra usada en el Nuevo Testamento que traducimos como “evangelio“.

En tercer lugar, el capitán de Israel nos advierte de los peligros de la incredulidad. El capitán no se alegra de la palabra de Eliseo, que profetiza que el Señor proporcionará un banquete abundante: “Mañana a estas horas valdrá el seah de flor de harina un siclo, y dos seahs de cebada un siclo, a la puerta de Samaria” (2 R. 7:1). Por el contrario, desprecia el evangelio que predica Eliseo, burlándose de su profecía. Por su incredulidad, Eliseo profetiza la perdición al capitán: “He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello” (2 Reyes 7:2).

Del mismo modo, no endurezcamos nunca nuestro corazón para no creer en la buena nueva del Evangelio. Cuando inevitablemente nos enfrentemos a nuestras propias situaciones difíciles, recordemos que Jehová es el Dios que puede hacer retroceder a ejércitos enteros con facilidad, y que incluso resucitó a Jesucristo de entre los muertos. Entonces, ya que no somos más que mendigos que han tropezado con riquezas inimaginables, contemos a todo el mundo lo que Dios nos ha dado en Cristo.

No importa el sufrimiento al que nos enfrentemos, alegrémonos, porque este día es un día de Evangelio.

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