Lecturas Bíblicas: Día 297 2 Reyes 5 | 1 Timoteo 2 | Daniel 9 | Salmos 117–118 |
La primera vez que leemos sobre las batallas de Israel con Siria fue durante el reinado del rey David (2 Sam. 8, 10), pero estos conflictos se intensificaron significativamente durante el reinado del rey Acab (1 R. 20, 22). En 2 Reyes 5, nos encontramos con Naamán, el poderoso comandante del ejército de Siria, el hombre que se había ganado el favor de su rey “porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria” (2 R. 5:1). A pesar de su grandeza, Naamán sufre de lepra (2 Re. 5:1), y para que Dios lo cure, Naamán debe humillarse de dos maneras principales.
En primer lugar, Naamán debe humillarse escuchando los consejos de una esclava israelita que Naamán se había llevado de Israel durante una de sus incursiones (2 Re. 5:2). La muchacha le dice a la esposa de Naamán: “Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra” (2 Re 5:3). ¿Qué podría saber una esclava israelita que no supiera un poderoso comandante militar sirio? Sin embargo, Naamán sigue la sugerencia de la muchacha.
En segundo lugar, Naamán debe humillarse cuando finalmente se encuentra con Eliseo, porque el profeta le ordena hacer algo mortificante: “Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se restaurará y serás limpio” (2 Re. 5:10). Al principio, Naamán rechaza la idea de lavarse en el sucio río Jordán, hasta que sus siervos le preguntan: “Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio?”. (2 Re. 5:13). Y cuando Naamán se humilla para hacer lo que Eliseo le dice que haga, su carne es restaurada (2 Re. 5:14). ¡Qué maravillosa imagen del evangelio: un hombre enfermo de pecado que se humilla para ser limpiado por la palabra de Dios!
Pero la historia no termina aquí. Aunque Eliseo se niega a recibir pago alguno de Naamán por la curación que Dios le ha proporcionado, el siervo de Eliseo, Giezi, miente tanto a Naamán (2 Reyes 5:22) como a Eliseo (2 Reyes 5:25) para quedarse con la recompensa. Con el corazón destrozado, Eliseo le dice a Giezi: “Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre” (2 R. 5:27).
Esta historia anuncia tanto la esperanza como la advertencia del Evangelio. Por un lado, el evangelio proclama que todos los que se humillan para ser lavados con la sangre de Jesús por medio de la fe se verán a sí mismos bautizados limpios de las impurezas del pecado, igual que el propio Naamán fue lavado. Por otra parte, el Evangelio también advierte a quienes pretendan utilizar la gran noticia de Jesús como instrumento para obtener beneficios personales. Rechaza cualquier tentación de buscar deseos mezquinos de enriquecimiento personal y abraza, en cambio, la limpieza que Jesús ofrece en el Evangelio.