Octubre 22: Meditación Bíblica para 2 Reyes 3

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Lecturas Bíblicas: Día 295
2 Reyes 3 | 2 Tesalonicenses 3 | Daniel 7 | Salmos 114–115

En 2 Reyes 3, Eliseo tiene su primera oportunidad de profetizar a los reyes de Israel y Judá, que están unidos en batalla. La última vez que el rey Josafat de Judá unió fuerzas con el rey de Israel fue contra Siria en 1 Reyes 22, cuando el rey Acab ignoró la fiel profecía de Micaías y acabó muriendo en la batalla. Al igual que en 1 Reyes 22, Josafat tiene que frenar al nuevo rey de Israel, el hijo de Acab, Joram, preguntándole: “¿No hay aquí profeta de Jehová, para que consultemos a Jehová por medio de él?” (2 Re. 3:11). En lugar de llamar al profeta Micaías, Josafat y Joram bajan a buscar la palabra de Jehová a través de Eliseo.

Cuando los reyes llegan a Eliseo, el profeta anuncia que Jehová llenará de agua un arroyo seco de la zona y que entregará Moab en manos de Israel y Judá (2 Re 3:16, 18). Las dos profecías están conectadas, ya que cuando los moabitas ven el sol de la mañana reflejándose en el agua, se imaginan que los reyes de Israel y Judá habían luchado entre sí y que están viendo charcos de su sangre (2 Re 3:23). Cuando Moab se precipita tras el botín de guerra sin estar preparado, el pueblo de Dios los derrota, pero sólo hasta el momento en que el rey de Moab ofrece a su hijo como sacrificio, provocando “un grande enojo contra Israel” (2 Re 3:27). ¿Qué describe exactamente esta narración?

Parece, de hecho, que los moabitas convocan algún tipo de ira demoníaca a través de este perverso sacrificio humano. Lo que esto sugiere es que el pueblo de Jehová, por su persistente desobediencia, se hace vulnerable a la posibilidad de que Jehová, en algún momento, le retire su protección si sigue despreciando sus mandamientos. Este suceso funciona como una advertencia: si el pueblo de Israel no se arrepiente por completo de sus idolatrías, Jehová entregaría a su pueblo a la ira de los demonios que las otras naciones adoraban en un grado aún mayor. Y finalmente, esto es exactamente lo que sucede: Jehová envía a la nación pagana y sanguinaria de Asiria para que lleve al reino del norte al exilio en 2 Reyes 17.

Pero esta historia también es una sombra inversa de la forma en que el propio Hijo de Jehová se ofreció voluntariamente como sacrificio humano, no para buscar un poder vil y demoníaco, sino para ofrecerse como sustituto abnegado por los pecadores. Ese día, la propia ira de Jehová cayó sobre su Hijo para absorber todo el peso de la maldición por nuestro pecado, pero su ira también oscureció los cielos, rasgó la cortina del templo, sacudió la tierra, partió rocas e incluso hizo que los muertos salieran de sus tumbas (Mt. 27:45, 51, 52-53). Y toda esa historia nos sirve de advertencia: arrepiéntete, porque la paciencia de Dios no durará para siempre.

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