Lecturas Bíblicas: Día 289 1 Reyes 19 | 1 Tesalonicenses 2 | Daniel 1 | Salmos 105 |
Al final de 1 Reyes 18, Elías pudo haber creído que había logrado que la nación de Israel se volviera a Jehová. Sin embargo, cuando Elías regresa después de derrotar a los profetas de Baal, Jezabel, la esposa de Acab, le envía este mensaje: “Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos.” (1 Re 19:2). Hoy exploraremos esta cuestión: ¿Cómo puede el pueblo de Dios vivir fielmente en medio de profundos desalientos en la vida y en el ministerio?
Para empezar, debemos fijarnos en la extraordinaria compasión que Jehová muestra a Elías en un momento en que Elías sólo quiere morir (1 Re 19,4). El Señor no obliga a Elías a volver directamente a la batalla, sino que cuida de él y le envía un ángel para que le traiga comida y agua (1 Re 19:5-8).
Luego, Jehová le habla a Elías. No lo hace con un despliegue de poder abrumador -es decir, no con un fuerte viento, un terremoto o un incendio-, sino con un ” murmullo suave” o, como dice la memorable traducción de la versión Reina Valera, con una “silbo apacible y delicado” (1 Re 19:11-12). En la montaña, Jehová alienta suavemente a Elías con noticias de un remanente del que Elías no tenía conocimiento: “Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron” (1 R. 19:18).
Por último, Jehová reclutó ayuda para Elías. Consciente de que Elías necesitaba un compañero en su ministerio, el Señor envía a Elías a llamar a Eliseo para que sea su ayudante (1 Re 19:19-21) y, finalmente, para que se haga cargo de su ministerio en Israel (2 Re 2). Leeremos mucho más sobre Eliseo en los próximos días.
Jehová no es un castigador. Aunque el ministerio a menudo nos pone a prueba, Jehová no está interesado en quebrantarnos. Incluso el Señor Jesús a menudo se tomaba descansos para refrescarse pasando tiempo a solas en oración (Lucas 5:16), es decir, para escapar del ajetreo del ministerio con el fin de escuchar la voz apacible y suave de Dios. Además, el ministerio no es un trabajo solitario, sino que Dios nos da todo el cuerpo de Cristo para nuestra edificación y aliento.
En estos tiempos de melancolía espiritual, nuestro mayor estímulo proviene de meditar en el hecho de que Jesucristo ya ha conquistado el reino de las tinieblas y que sigue reinando desde su trono. Cuando nos llama a seguirle, no lo hace para conseguir lo que él no pudo, sino para ser heraldos de la victoria que ya ha ganado. Hoy, anima tu corazón cansado con las palabras de Jesús: “Yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).