Lecturas Bíblicas: Día 287
1 Reyes 17 | Colosenses 4 | Ezequiel 47 | Salmos 103
En 1 Reyes 17, nos encontramos con el profeta Elías, un profeta cuya vida y ministerio están marcados por un evidente contraste. Por un lado, Elías es tan importante que aparece, junto con Moisés, en la montaña cuando Jesús se transfigura en su gloria (Mateo 17:1-9; Marcos 9:2-13; Lucas 9:28-36) y pasa gran parte de su vida enfrentándose al poderoso rey Acab, el rey más malvado que Israel había visto jamás (1 Reyes 16:30). Pero, por otro lado, la mayoría de las historias que leeremos sobre Elías tienen que ver con interacciones pequeñas y humildes, como su ministerio profético a la viuda de Sarepta aquí en 1 Reyes 17.
Primero, Jehová envía a Elías a profetizar a Acab que “no habrá rocío ni lluvia en estos años, sino por mi palabra” (1 Re 17,1), y luego Jehová le dice a Elías que se esconda junto al arroyo Querit, al este del Jordán (1 Re 17,3). Allí, Jehová alimenta a Elías por medio de cuervos, que le traen comida por la mañana y por la tarde (1 Re 17,6), y Elías bebe del arroyo hasta que se seca por la sequía (1 Re 17,7).
Sin embargo, cuando el arroyo se seca, Jehová no envía a Elías al segundo asalto de su batalla contra Acab. En lugar de eso, el Señor envía a Elías a atender a una pobre viuda gentil que ya no podía mantener a sus hijos (Lucas 4:25-26). Cuando la mujer, por fe, prepara primero comida para Elías, Jehová mantiene sobrenaturalmente para ella un suministro ilimitado de harina y aceite durante toda la sequía para satisfacer sus necesidades (1 Re. 17:16). Luego, cuando el hijo de la mujer muere, Elías ora y el Señor le devuelve milagrosamente la vida (1 Re. 17:22). El objetivo principal de incluir estas historias es recordarnos que Jehová ama y cuida incluso de las personas más humildes de este mundo.
No debe sorprendernos, pues, que Jesús dedicara muy poco tiempo a hablar con los poderosos. En lugar de buscar una audiencia con el rey Herodes o con el gobernador romano Pilato, Jesús se dedicó a devolver la vista a los mendigos ciegos (Lucas 18:35-43; Juan 9), a curar a los enfermos (Mateo 15:29-31) y a resucitar a los niños de entre los muertos (Marcos 5:35-43; Lucas 7:11-17). El ministerio de Elías -y, más tarde, el del sucesor de Elías, Eliseo- prefigura la labor que Jesús realizaría al venir a este mundo para mostrar la compasión de su Padre hacia los pobres, los enfermos e incluso los muertos.
Pero al igual que Jesús no se acobardó ante los poderosos que habían descarriado al pueblo de Dios, Elías no ha terminado de transmitir el mensaje de juicio de Jehová al malvado rey Acab. Mañana leeremos más sobre la profética denuncia de Elías contra Acab.