Lecturas Bíblicas: Día 331 1 Crónicas 23 | 1 Pedro 4 | Miqueas 2 | Lucas 11 |
En 1 Crónicas 23, David reestructura activamente la adoración de Israel redefiniendo las funciones de los levitas en el servicio del templo. La justificación de todo lo que hace David se encuentra en 1 Crónicas 23:25-26: “Porque David dijo: Jehová Dios de Israel ha dado paz a su pueblo Israel, y él habitará en Jerusalén para siempre. Y también los levitas no tendrán que llevar más el tabernáculo y todos los utensilios para su ministerio”. Recuérdese que la función principal de los diversos clanes de levitas no sacerdotales consistía en trasladar el tabernáculo y todas sus cosas sagradas de un lugar a otro, mientras el Señor conducía a su pueblo en una columna de nube durante el día y en una columna de fuego por la noche (Núm. 3-4). Pero con el establecimiento permanente del templo en Jerusalén, esas tareas ya no son necesarias. David asigna nuevas responsabilidades a los levitas que no eran sacerdotes: a partir de ese momento, ayudarían a los sacerdotes a limpiar el templo y a preparar las ofrendas, y ofrecerían alabanzas y gracias a Jehová cada vez que los sacerdotes ofrecieran sacrificios (1 Cr. 23:28-32).
Debemos ver aquí un cambio hacia una mayor participación de todo el pueblo de Dios en la adoración. Antes, los sacerdotes eran realmente los únicos que participaban en los actos de adoración, pero ahora el resto de los levitas no sólo ayudan a los sacerdotes, sino que también se les asigna el deber de alabar y dar gracias a Jehová durante los sacrificios. Y, aunque los israelitas restantes siguen siendo relativamente pasivos en este momento, este cambio anticipa un día en el que todo el pueblo de Dios participará activamente en la adoración. Puesto que Jesús se ha ofrecido a sí mismo como sacrificio final y como nuestro gran sumo sacerdote, ya no necesitamos otros sacerdotes que medien entre nosotros y Dios. En cambio, nuestros pastores y ancianos están llamados a guiarnos en la adoración, no a realizar la adoración frente a nosotros mientras observamos pasivamente, sino a guiarnos a participar activamente en ella. Por lo tanto, así como los levitas participaban junto con los sacerdotes, nosotros también debemos participar cuando nos presentamos ante el Señor para adorar.
Hazte estas preguntas: ¿Escuchas en oración la lectura de la Palabra y escuchas activamente el sermón mientras tu pastor predica, o permites que tu mente divague? ¿Cantas en voz alta, o simplemente escuchas a los demás cantar? ¿Ofreces tu propio corazón durante las oraciones de la congregación, o simplemente dejas que las palabras te pasen por encima? Tenemos el gran privilegio -y, por tanto, la gran responsabilidad- de participar en la adoración a Dios. ¿Por qué, entonces, tratamos el culto como si fuéramos espectadores, consumidores o críticos? Por la gloria de Jesucristo y por el bien de tu alma, adora al Señor esta semana en espíritu y en verdad.