Lecturas Bíblicas: Día 87
Éxodo 39 | Juan 18 | Proverbios 15 | Filipenses 2
Con la construcción de las vestiduras sacerdotales, se completaron todos los planes que Jehová había dado a Moisés. Jehová había establecido un tabernáculo en medio de Israel donde podía morar. En Éxodo 39:32-43, leemos una inspección final de todo lo que se había construido y edificado, dejando constancia de que la obra estaba totalmente terminada, tal como el propio Jehová había ordenado.
Lo que se supone que debemos reconocer en este punto es que Jehová ha dado a Israel un conjunto minucioso y completo de instrucciones para establecer una adoración pura. Jehová quiere que su pueblo se acerque a él mediante la adoración, y ha trazado planes exhaustivos para asegurarse de que tengan un modo de acercarse a él sin ser consumidos por el fuego abrasador de su santidad. Es un sistema de culto perfecto en todos los sentidos.
En todos los sentidos, es decir, excepto para lograr una purificación duradera y un cambio duradero en el corazón.
A veces, los cristianos sugieren incorrectamente que todo bajo el antiguo pacto era malo y engañoso, como si Dios hubiera intentado un experimento masivo al dar la ley pero hubiera fracasado miserablemente. Sin embargo, eso no es en absoluto lo que nos enseña el Nuevo Testamento. Jesús mismo dijo que no había venido a abolir la ley, sino a cumplirla hasta el último detalle, poniendo los puntos sobre las íes (Mt. 5:17-20). Además, Pablo nos dice explícitamente en 2 Corintios 3:7 que el antiguo pacto tenía una gloria muy real: era bueno, justo y santo.
El problema era que su gloria era la gloria desvaneciente de un ministerio de condenación, no la gloria de un ministerio que podía hacer justas a las personas de forma duradera (2 Co. 3:9).
Por lo tanto, la visión cristiana correcta del antiguo pacto es tenerlo en la más alta estima como un acuerdo santo que Dios hizo con su pueblo. Pero también es correcto considerar que el nuevo pacto es tan superior al antiguo que “lo que antes tenía gloria, ha llegado a no tenerla en absoluto, a causa de la gloria que lo supera” (2 Co. 3:10): un nuevo ministerio de justicia, por el Espíritu, por medio de Cristo, que tiene una gloria duradera y permanente.
Este nuevo pacto es un pacto mejor, promulgado sobre mejores promesas (Heb. 8:6). Una vez más, esto no quiere decir que el antiguo pacto fuera malo, sino que simplemente era incompleto. El ministerio del antiguo pacto anunciaba todo lo necesario para que el pueblo de Dios se reconciliara con él, pero no era lo bastante poderoso como para cumplir realmente ese objetivo. Todo lo que hemos leído aquí tiene profundas implicaciones para la teología cristiana, ya que Jehová utiliza esta parte de su revelación para darnos una visión más profunda de la obra de Jesucristo.
Demos gracias, pues, porque Dios no sólo nos ha dado las sombras, sino también la sustancia de su ministerio reconciliador por medio de su propio Hijo Jesucristo (Col. 2:17).