Lecturas Bíblicas: Día 160
Deuteronomio 13–14 | Salmos 99, 100, & 101 | Isaías 41 | Apocalipsis 11
Deuteronomio 14 cambia la forma en que vemos nuestras ofrendas a Dios. Lamentablemente, podemos llegar a considerar el acto de llevar nuestras ofrendas a Dios como una especie de impuesto, mientras enviamos nuestros cheques a un gobierno impersonal en un país lejano para que haga lo que quiera con ellos sin tener en cuenta lo que sería mejor para nosotros, los contribuyentes.
Pero no es así con Jehová. A los israelitas se les ordenó traer anualmente un diezmo (10%) de todo lo que cultivaran en sus campos como ofrenda a Jehová en el lugar que él eligiera (Dt. 14:22-23). Obviamente, no podían enviar un cheque por correo, y no podían depositar electrónicamente su diezmo, así que se les ordenó llevarlo personalmente a ese lugar durante los festivales.
Ahora bien, leímos acerca de los festivales y los otros sacrificios que se requerían en esos festivales en Levítico 23 y Números 28-29, y volveremos a leer más en Deuteronomio 16. El material único en Deuteronomio 14, sin embargo, es que Moisés aquí hace una provisión para la gente que vivía demasiado lejos para traer su sacrificio físicamente al festival. Para esas personas, Moisés explicó que debían cambiar su cosecha por dinero y luego llevar ese dinero (en lugar de los animales, granos y otros sacrificios engorrosos) al lugar elegido por Dios, donde podían gastarlo en lo que necesitaran para hacer una gran fiesta, cualquier cosa, incluyendo carnes ricas, vino y bebidas fuertes (Deut. 14:24-26).
Así es: Jehová ordena a su pueblo que gaste el diezmo (bajo ciertas circunstancias) en una gran fiesta con mucho alcohol si no puede llevar sus sacrificios al festival. ¿Suena eso a un Dios ambicioso?
Pero al mismo tiempo, no debemos pensar que Jehová estaba ordenando fiestas salvajes, fuera de control y egocéntricas. Fiesta y alegría, sí; libertinaje, no. El objetivo de todo esto es que el pueblo de Dios “coma allí delante de Jehová tu Dios y se alegren tú y tu casa” (Deut. 14:26). Jehová nunca quiso apoderarse de los diezmos de su pueblo por ambición. Al contrario, quiere alegrarse en presencia de su pueblo.
Y no debemos pasar por alto el hecho de que Jehová también ordenó a su pueblo que cuidara de los pobres de su entorno, incluidos los levitas (que no tenían ninguna herencia en propiedad, sino que dependían de las ofrendas de los demás israelitas), los forasteros, los huérfanos y las viudas de sus ciudades (Dt 14:27-29).
Así pues, Deuteronomio 14 no nos está enseñando a dejar de dar a nuestra iglesia y a gastar nuestras ofrendas en nuestro propio placer egoísta, sino todo lo contrario. Aquí estamos aprendiendo a dar con alegría mientras satisfacemos las necesidades de los que nos rodean.
Y tú, ¿por qué das?