Lecturas Bíblicas: Día 179
Deuteronomio 33–34 | Salmos 119:145–176 | Isaías 60 | Mateo 8
La sombra de la inminente muerte de Moisés recorre todo el libro del Deuteronomio. Pero, a medida que el pueblo avanza hacia la Tierra Prometida tras la muerte de Moisés (de la que finalmente leemos aquí, en Deuteronomio 34), no sólo será Josué quien dirija al pueblo. Además, los sacerdotes y los levitas también comenzarán a tener un papel más prominente en el liderazgo espiritual de Israel. Por lo tanto, en Deuteronomio 33:8-11, Moisés establece los tres deberes principales que asumirá la tribu de Leví.1
En primer lugar, el deber principal de los sacerdotes y los levitas sería enseñar la ley al resto de Israel: “Ellos enseñarán tus juicios a Jacob, Y tu ley a Israel” (Deut. 33:10). Mientras que Moisés había desempeñado el papel de legislador y maestro principal en Israel, ahora es responsabilidad de los levitas asegurarse de que toda la nación conozca y comprenda la ley de Jehová cuando Moisés muera.
Uno de los mayores cumplimientos de esta responsabilidad aparece en Nehemías 8, donde vemos al sacerdote Esdras leyendo el Libro de la Ley al pueblo de Israel, mientras los levitas “hacían entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba atento en su lugar. Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura.” (Neh. 8:7-8).
En segundo lugar, los sacerdotes estaban llamados a la oración de intercesión por Israel. Para llegar a esta idea, Moisés dice: “pondrán incienso delante de ti” ( Deut. 33:10). El humo del incienso simbolizaba las oraciones de los sacerdotes ascendiendo como un aroma agradable a Jehová. En Apocalipsis 5:8, esto se hace explícito. Allí vemos a los cuatro seres vivientes y a los veinticuatro ancianos postrándose ante el Cordero, “cada uno con un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos“.
En tercer lugar, los sacerdotes fueron llamados a hacer sacrificios expiatorios en nombre del pueblo: “pondrán… holocaustos enteros sobre vuestro altar” ( Deut. 33:10). Sin expiación, el pueblo de Israel no podía conservar su posición ante Jehová. Los holocaustos tenían que morir -las vidas de los toros, cabras y corderos a cambio de las vidas de los israelitas- y era responsabilidad exclusiva de los sacerdotes ofrecer esos sacrificios.
En el nuevo pacto, sólo tenemos un sumo sacerdote, el Señor Jesucristo (Heb. 8:1-6), pero todos nosotros estamos llamados a ser un sacerdocio santo mientras nos ministramos unos a otros y adoramos al Señor (1 Ped. 2:5). Por tanto, Jesús ha ordenado a su Iglesia que continúe enseñando y predicando su Palabra, que oren unos por otros y que se remitan unos a otros una y otra vez a Su sacrificio supremo.
¿En qué medida estás cumpliendo tus deberes sacerdotales al ministrar a otros creyentes y en la adoración?
Notas al pie
- Allen P. Ross, Recalling the Hope of Glory: Biblical Worship from the Garden to the New Creation (Grand Rapids, MI: Kregel, 2006), 212–13. ↩︎