Meditación Bíblica para Deuteronomio 28

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Lecturas Bíblicas: Día 174
Deuteronomio 28 | Salmos 119:25–48 | Isaías 55 | Mateo 3

Deuteronomio 28 es al mismo tiempo un capítulo inspirador y horrible de la Biblia, en el que se exponen las bendiciones y las maldiciones del pacto de Jehová. Estas dos listas eran tan importantes que volverían a utilizarse más tarde en una ceremonia más amplia que tendría lugar después de la muerte de Moisés. Tal como Moisés había mencionado brevemente en Deuteronomio 11:26-32, Israel debía recordarse mutuamente estas bendiciones y maldiciones después de tomar posesión de la tierra de Canaán.

En esa ceremonia, seis de las tribus debían pararse en el Monte Gerizim para las bendiciones del pacto: Simeón, Leví, Judá, Isacar, José y Benjamín (Deut. 27:12). Luego, las otras seis tribus debían pararse en el monte Ebal para las maldiciones del pacto: Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí (Deut. 27:13). En Josué 8:30-35, Israel cumple este mandamiento, reuniéndose en los montes Gerizim y Ebal para anunciarse mutuamente las bendiciones y las maldiciones.

Lo sorprendente de estas bendiciones y maldiciones es que se corresponden entre sí. Si Israel obedece, Jehová promete dar a Israel fecundidad en sus campos, vientres y rebaños ( Deut. 28:3-4), proporcionar abundancia de alimentos ( Deut. 28:5), proteger a Israel de sus enemigos ( Deut. 28:7) y bendecirles con una prosperidad sin límites ( Deut. 28:8-14). Por otra parte, si Israel desobedece, Jehová promete maldecir sus campos, vientres y rebaños (Dt 28:16-18), entregarlos a sus enemigos (Dt 28:25-51) y traer sobre ellos una pobreza devastadora (Dt 28:52-68).

Una de las maldiciones más gráficas prometidas aquí es que Jehová enviaría a Israel una hambruna tan desesperada en medio de un asedio militar que incluso la mujer más refinada de entre ellos se comería a sus propios hijos ( Deut. 28:56-57). En el libro de Lamentaciones leemos dos veces que el asedio babilónico de Jerusalén tuvo exactamente ese resultado (Lam. 2:20, 4:10).

Deuteronomio 28 no es un capítulo agradable de leer, pero el principio teológico que debemos extraer de él es que Jehová es un Dios fiel que cumple su pacto. Por eso, cuando su pueblo desobedece y envía sobre él sus maldiciones, no lo hace por resentimiento, sino porque es fiel a su palabra.

Pero, al mismo tiempo, Jehová sigue siendo fiel a su pueblo incluso cuando éste rompe su pacto. Para ser fiel en ambas direcciones -ejecutando sus maldiciones y extendiendo sus bendiciones-, Jehová envía a su Hijo como puente, asumiendo nuestras maldiciones para que podamos recibir las bendiciones del pacto que sólo Jesucristo merecía.

La cruz, por tanto, cumple no sólo el Deuteronomio 28, sino también Lamentaciones 3:22-23: “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.

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