Meditación Bíblica para Josué 7

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Lecturas Bíblicas: Día 186
Josué 7 | Salmos 137–138 | Jeremías 1 | Mateo 15

Nunca he olvidado una pequeña rima que nos enseñó uno de mis profesores de la Escuela Dominical durante mis años de primaria: “Acán robó el tocino“. Es una frase tonta, pero esa línea divertida es perfecta para ayudar a los niños a recordar contenidos bíblicos básicos. Yo no sería el hombre que soy hoy sin esos cimientos fundamentales que mis maestros de la Escuela Dominical se esforzaron por poner en su lugar.

Así que si alguno de mis muchos antiguos maestros de Escuela Dominical y líderes de jóvenes está leyendo esto, por favor acepten mi gran gratitud por su incansable trabajo a lo largo de los años. Y a aquellos de ustedes que trabajan semanalmente para enseñar a los niños ahora, anímense a saber que sus lecciones, rimas, canciones y folletos realmente tienen un impacto eterno en el reino de Jesucristo.

Pero aunque he escuchado esta historia varias veces antes, me sorprendió en esta última lectura el fuerte lenguaje que Jehová habla contra Israel en Josué 7, como si nunca lo hubiera leído antes: “Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos, sino que delante de sus enemigos volverán la espalda, por cuanto han venido a ser anatema; ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros.” (Jos. 7:12). Dos frases de esta declaración son brutales por su severidad.

Primero, Jehová declara que Israel ha llegado a ser “anatema“. Esta frase implicaba mucho más que matar a todas las personas de la nación. Ser anatema implicaba matar a todo ser viviente (como Jericó fue anatema en Josué 6:21), y también arrasar la ciudad (como Josué maldijo al que reconstruyera Jericó en Josué 6:26). Debido al pecado de Acán, ahora Israel había sido anatema de esta manera.

En segundo lugar, Jehová amenaza con que “no estaré más con vosotros“. No es la primera vez que el Señor declara que no acompañará a Israel a la Tierra Prometida: esto también sucedió después de que Israel adorara al becerro de oro (Éx. 33:2-3), y sólo por intercesión del mediador del pacto, Moisés, el Señor cedió y permaneció en presencia de Israel. Aquí, sin embargo, la solución es sencilla: destruye el anatema de entre vosotros.

Por tanto, Acán fue anatema, y cuando la ira de Israel cayó sobre Acán, leemos “Y Jehová se volvió del ardor de su ira” (Jos. 7:26). De esta historia aprendemos dos cosas: (1) nuestro pecado requiere toda la ira de Dios como juicio, y (2) hasta que alguien pague ese castigo, Jehová no puede volverse de su ardiente ira contra nosotros.

Pero esta historia también plantea una pregunta: ¿Qué clase de mediador se necesitaría para eliminar el juicio de Dios sobre todos los culpables, de modo que nosotros mismos no seamos anatema, como le ocurrió a Acán?

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