Lecturas Bíblicas: Día 187
Josué 8 | Salmos 139 | Jeremías 2 | Mateo 16
En Josué 8, tienen lugar dos acontecimientos críticos. Primero, Israel entra en batalla una vez más contra Hai. En segundo lugar, Israel renueva su pacto con Jehová en los montes Ebal y Gerizim. Ambos relatos son importantes, ya que en la lectura de ayer Jehová había amenazado con abandonar a Israel si no quitaba el mal de en medio (Jos. 7:12).
Israel, por su parte, hizo todo de acuerdo con la palabra de Jehová. Entregaron a la destrucción a Acán y a su familia (junto con las cosas consagradas que había robado) para que Jehová apartara de ellos su ira. Luego, volvieron a la batalla, explotando la confianza de Hai al fingir que huían una vez más, pero luego levantándose en emboscada, quemando la ciudad desguarnecida, matando a los guerreros y colgando al rey de Hai en un árbol hasta la puesta del sol (Jos. 8:15-29; cf. Dt. 21:22-23).
La relación de Israel con Jehová se había restablecido, de modo que Jehová volvió a luchar por su pueblo. Pero para restablecer aún más su relación, Josué cumplió en ese momento el mandamiento que Moisés había pronunciado en Deuteronomio 11:26-32 y de nuevo en Deuteronomio 27, renovando el pacto de Israel con Jehová en la cima de los montes Ebal y Gerizim.
Allí levantaron un altar de piedras sin cortar, sobre el que ofrecieron holocaustos y ofrendas de paz (Jos. 8:30-32; cf. Deut. 27:5-7). Luego, levantaron grandes piedras y las cubrieron con yeso (cf. Deut. 27:2) para que Josué escribiera en ellas todas las palabras de la ley. La mitad del pueblo se situó en el monte Gerizim para representar las bendiciones del pacto de Jehová, y la otra mitad se situó en el monte Ebal para representar las maldiciones del pacto de Jehová ( Deut. 27:12-13), mientras que el arca del pacto y los sacerdotes levitas se situaron en el centro (Jos. 8:33). Luego, se leía toda la ley en presencia de todo Israel, e Israel festejaba en presencia de su Dios ( Deut. 27:7).
Para nosotros, que vivimos hoy en el nuevo pacto, nuestro culto semanal en el Día del Señor debería ser una ceremonia de renovación del pacto, no muy distinta de la que Israel disfruta aquí al final de Josué 8. Cuando venimos cada semana, oímos la ley de Jehová que nos convence de nuestro pecado. Luego, recordamos la obra consumada de Jesucristo, que ha expiado todos nuestros pecados, y escuchamos la seguridad de que nuestro Padre celestial ha perdonado nuestros pecados por su Hijo Jesús. Después, escuchamos la predicación de la Palabra del Señor y comemos con Dios en la Cena del Señor.
Esta semana, escucha la palabra del Señor, busca su perdón por la fe en el sacrificio expiatorio de Cristo, y come y bebe en su presencia. El Santo de Israel no pondrá su mano sobre ti por amor de su Hijo, que murió por ti.