Lecturas Bíblicas: Día 210
Jueces 12 | Hechos 16 | Jeremías 25 | Marcos 11
En este punto, ya es obvio que el libro de los Jueces es un punto extremadamente bajo en la Biblia. Como no hay rey en Israel, cada uno hace lo que le parece bien. Aquí, en Jueces 12, vemos otro peldaño en la larga y profunda escalera hacia el calabozo de la apostasía de Israel. Esta vez, Israel no se destruye a sí mismo con la idolatría, sino con mezquinas y mortales disputas entre ellos.
Inmediatamente después de una gran victoria contra los amonitas, los hombres de la tribu de Efraín inician una pelea con los galaaditas, insistiendo en que ellos deberían haber participado en la guerra, desafiando a Jefté y amenazando con quemar su casa (Jue. 12:1). Ahora bien, en Jueces 10:9 leemos que los amonitas habían luchado contra Efraín como parte de la decisión de Jehová de entregar a su pueblo a sus enemigos; sin embargo, en Jueces 11 no leemos nada que corrobore la afirmación de Jefté de que había pedido ayuda a los efrainitas (Jue. 12:2-3). Tal vez diga la verdad, o tal vez no.
En cualquier caso, Jefté adopta el mismo enfoque que tuvo con el rey de los amonitas, intentando buscar la paz preguntando: “¿Por qué, pues, has subido hoy a mí para luchar contra mí?“. (Jue. 12:3). Sin embargo, los efrainitas no ceden, por lo que Jefté reúne a su ejército de Galaad para luchar contra los efrainitas. Luego, una vez que derrotan a los efrainitas, Jefté protege el regreso a la tierra de Efraín preguntando a cada persona que intenta cruzar los vados del Jordán si es efrainita. Si la persona no es capaz de pronunciar “Shibboleth” correctamente (en lugar de decir “Sibboleth“), Jefté y sus hombres matan a ese fugitivo. En total, los galaaditas matan a 42.000 de sus compatriotas israelitas de Efraín.
En primer lugar, los pecados de Israel están interconectados. No es que Israel hubiera podido disfrutar de paz y prosperidad mientras seguía sirviendo a los ídolos. Más bien, cuando los seres humanos no adoran correctamente al Dios vivo, no pueden relacionarse correctamente entre sí.
En segundo lugar, las luchas internas de Israel son un crimen aún mayor que las disputas humanas normales. Se trata del pueblo elegido de Dios, al que Jehová rescató de Egipto con mano poderosa y brazo extendido. ¿Cómo podrían matarse unos a otros por una insignificante disputa territorial?
Hay aquí una advertencia para quienes vivimos en comunidades cristianas, pues Satanás intenta atacarnos desde muchos ángulos. A veces -incluso cuando nos centramos vigilantemente en guardar nuestra propia piedad personal- Satanás nos ataca tratando de dividirnos contra nuestros compañeros creyentes. Es un mentiroso astuto y engañoso, y nos dividirá como pueda.
Por esta razón, David exclama en el Salmo 133:1: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!“. Hermanos y hermanas, busquemos la paz y la unidad con nuestros hermanos creyentes por quienes murió Jesucristo.