Lecturas Bíblicas: Día 209
Jueces 11 | Hechos 15 | Jeremías 24 | Marcos 10
En la lectura de ayer, Jehová puso a prueba a Israel prometiéndole que no lo salvaría tras la última ronda de rebelión e idolatría. Israel se arrepiente por enésima vez, abandona a los dioses extranjeros y vuelve a servir a Jehová. En respuesta, leemos que Jehová “fue angustiado a causa de la aflicción de Israel.” (Jue. 10:16), es decir, que se sintió movido a salvar a su pueblo. Para llevar a cabo esta salvación, Jehová levantó a un juez llamado Jefté, que no sólo salvó a Israel, sino que también logró algo mucho más significativo al prefigurar al propio Hijo de Jehová, Jesús, de tres maneras importantes.
En primer lugar, observa que Jehová levanta un salvador para Israel a partir de un marginado nacido de una mujer de mala reputación. Como la madre de Jefté había sido una prostituta, sus hermanastros lo habían rechazado, hasta ahora. Esta es una curiosidad de la historia, ya que más tarde Jesús también nació fuera del matrimonio, de modo que incluso José quiso romper sus compromisos con María (Mateo 1:19). Después, Jesús fue rechazado por su familia (Juan 7:5). No obstante, finalmente Jesús se levantó para convertirse en el salvador de Israel.
En segundo lugar, Jefté razona con el rey de los amonitas, haciendo valer el legítimo derecho de Israel a la tierra de Galaad pacíficamente en lugar de ir precipitadamente a la guerra (Jue. 11:14-28).1 Pero cuando el rey de los amonitas insiste en marchar a la batalla contra Israel, el Espíritu de Jehová viene sobre Jefté para darle la victoria en la batalla (Jue. 11:29). Del mismo modo, Jesús vino primero pacíficamente, pero tras ser reivindicado mediante su resurrección, ascendió al cielo con la advertencia de que un día regresaría como un guerrero conquistador.
En tercer lugar, la tragedia de esta historia tiene que ver con el insensato voto de Jefté de ofrecer en holocausto al primer ser vivo que se le acercara desde su casa a su regreso si Jehová le concedía la victoria sobre los amonitas: un voto que le costó su única y amada hija (Jue. 11:30-40). En una época en que Israel abandonaba habitualmente a Jehová, la hija de Jefté insistió en que su padre cumpliera sus votos a Jehová, aun a costa de su propia vida.
Y es aquí donde vemos brillar más claramente la imagen de Jesús. Ya en Génesis 15, Jehová había jurado que se partiria en dos si Abraham o su descendencia violaban los términos del pacto. Jesús no discutió el voto de su Padre, sino que asumió obedientemente toda la ira de las maldiciones pactadas por su Padre contra Israel por su desobediencia, cumpliendo así el voto que Jehová había jurado a Abraham.
Al leer esta historia, no debemos admirar la insensatez de Jefté. Más bien, debemos contemplar la costosa y magnífica gracia de Dios, que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros en la cruz para cumplir las promesas que Dios había hecho a su pueblo.
Notas al pie
- Este pasaje es un poco confuso por el hecho de que Galaad es el nombre del padre de Jefté (Jue. 11:1) y también el nombre de la región al este del río Jordán, que pertenecía a las tribus de Manasés y Gad como herencia (Núm. 32). ↩︎