Meditación Bíblica para Jueces 10

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Lecturas Bíblicas: Día 208
Jueces 10 | Hechos 14 | Jeremías 23 | Marcos 9

Tras el liderazgo de otros dos jueces, Tola y Jair, Israel se hunde aún más en su rebelión e idolatría, abandonando a Jehová una vez más. Así que Jehová vuelve a entregar a su pueblo a sus enemigos para que lo opriman a causa de sus idolatrías (Jue. 10:7-9). Y -exactamente según el modelo- Israel clama a Jehová para que los salve de sus enemigos, confesando que habían pecado.

Pero esta vez, como si reconociera que Israel había empezado a menospreciar su gracia, Jehová rechaza la petición de Israel. En Jueces 10:11-14, Jehová relata que había salvado a Israel de los egipcios, los amorreos, los amonitas, los filisteos, los sidonios, los amalecitas y los maonitas a lo largo de su historia, pero que su intervención para salvarlos nunca ha hecho mella en sus corazones. Jehová afirma aquí que ya no rescatará a su pueblo: “Mas vosotros me habéis dejado, y habéis servido a dioses ajenos; por tanto, yo no os libraré más. 14 Andad y clamad a los dioses que os habéis elegido; que os libren ellos en el tiempo de vuestra aflicción” (Jue. 10, 13-14). Si esos otros dioses son dignos de ser adorados, razona Jehová, entonces que te salven.

Jehová aclara dos cosas en este pasaje. En primer lugar, insiste en que es capaz de salvar a Israel y, más aún, que ha salvado a Israel una y otra vez. Pero en segundo lugar, Jehová explica que llega un punto en el proceso de apostasía en el que Jehová debe permitir que sigamos nuestro propio camino para experimentar todas las consecuencias de nuestro pecado sin su ayuda.

De este modo, Jehová pone a prueba a Israel. ¿Se arrepentirán de verdad, o no? A menudo, la única manera que tiene Jehová de llamar nuestra atención es dándonos exactamente lo que queremos, entregándonos a nuestro pecado. Por la misma razón, Pablo ordena a la iglesia de Corinto que se entregue a un pecador impenitente “a Satanás para la destrucción de la carne, a fin de que su espíritu se salve en el día del Señor” (1 Cor. 5:5). Fíjese en la última frase: el objetivo de la excomunión es “para que su espíritu se salve en el día del Señor“, lo que se consigue enfrentándole al terror de ser apartado de Dios.

No hay pecador que haya ido demasiado lejos para recibir la misericordia de Cristo. Sin embargo, hay pecadores que han ido tan lejos que ya no quieren la misericordia de Cristo. Cuando los pecadores son entregados a Satanás, es porque sus corazones han sido endurecidos al grado de que ya no desean el perdón.

Presta hoy mucha atención a las palabras del profeta Isaías: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano” (Is. 55, 6). ¿Permites que el pecado y la idolatría permanezcan en tu vida? Córtalo antes de que te alejes de la misericordia del Señor.

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