Lecturas Bíblicas: Día 203
Jueces 5 | Hechos 9 | Jeremías 18 | Marcos 4
Jueces 4 narra la historia de cómo Jehová salvó a su pueblo de la opresión de Jabín, rey de Canaán. La profetisa y juez Débora envió a Barac, comandante del ejército de Neftalí y Zabulón, a la batalla contra el ejército del general de Jabín, Sísara (Jue. 4:4-10). Durante la batalla, el ejército y los carros cananeos fueron derrotados, por lo que Sísara huyó del campo de batalla y buscó refugio y descanso en la tienda de una mujer cenea no israelita llamada Jael (Jue. 4:17-18). Pero en cuanto Sísara se durmió, Jael lo mató clavándole con un martillo una estaca de la tienda en la sien (Jue. 4:19-22).
En Jueces 5 encontramos una canción que celebra este brutal final no sólo de la batalla de Israel contra Sísara, sino también de la opresión que Israel había sufrido a manos de los cananeos durante veinte años antes de que Jehová levantara a Débora para juzgar a Israel (Jue. 4:3). Los lectores modernos quizás encuentren este canto un poco incómodo, ya que celebra la ejecución de Sísara a manos de Jael. ¿Qué debemos aprender entonces de este pasaje?
Para empezar, debemos tener en cuenta el contexto de esta historia. En Jueces 5:4-5, el canto sitúa esta última batalla en el contexto de una larga serie de actos de Jehová que estremecen la tierra, comenzando durante el ministerio de Moisés, cuando Jehová condujo a su pueblo fuera de Seír, a través de la región de Edom, y hacia el monte Sinaí. Aquí, en el libro de los Jueces, Israel está en la Tierra Prometida y sigue luchando para expulsar a los cananeos que lo rodean, tal como Jehová se lo había ordenado.
Concéntrate entonces en la forma en que concluye la canción en Jueces 5:31: “Así perezcan todos tus enemigos, oh Jehová; Mas los que te aman, sean como el sol cuando sale en su fuerza.” A pesar de nuestros posibles recelos, es importante reconocer que la Biblia es una historia de guerra: en el nuevo pacto, nuestra guerra es espiritual y no contra carne y sangre (Ef. 6:12), pero no deja de ser una guerra. El profundo quebrantamiento de la creación no puede resolverse mediante movimientos pacifistas o una hábil diplomacia, ya que nuestro adversario, el diablo, no desea otra cosa que nuestra aniquilación total (1 Pe. 5:8). No puede haber paz duradera hasta que Jesucristo ponga a todos sus enemigos bajo sus pies para siempre (1 Co. 15:25).
Por eso, hermanos y hermanas, canten. Aunque nos enfrentemos a reveses y penas en esta vida, cantemos sabiendo que los enemigos de Jehová perecerán porque Jesús reina. El pecado no pudo vencerlo, Satanás no pudo destruirlo y la muerte no pudo retenerlo. Y nosotros -los amigos de Jesús- brillaremos como el sol cuando él salga con su poder para volver por nosotros en el último día (Jue. 5:31).