Meditación Bíblica para Jueces 4

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Lecturas Bíblicas: Día 202
Jueces 4 | Hechos 8 | Jeremías 17 | Marcos 3

En Jueces 3-4, leemos breves descripciones de los ministerios de cuatro de los jueces de Israel: Otoniel, Aod, Samgar y Débora. Como prefacio a las historias de tres de estos jueces (la de Samgar es la única excepción), leemos que el pueblo de Israel peca al servir a los dioses falsos de las naciones circundantes, provocando la ira de Jehová, y que Jehová entrega a Israel a la opresión de sus enemigos (Jue. 3:7-9, 12, 4:1-3). En estos relatos, vemos que la condición espiritual de Israel se deteriora rápidamente, pero Jehová salva a su pueblo una y otra vez mediante el ministerio fiel de un solo siervo en cada generación.

Esos únicos siervos que Jehová envía a juzgar a Israel en Jueces 3-4 eran gente poderosa y valiente. El Espíritu del propio Jehová estaba sobre Otoniel (Jue. 3:10), y el relato de cómo Aod mató a Eglón para dar a Israel ochenta años de libertad tras dieciocho años de opresión israelí es extraordinario (Jue. 3:12-30). Por último, la historia de Débora, Barac y Jael es absolutamente digna del canto que se nos registra en Jueces 5.

Si Josué fue un momento cumbre en la historia de Israel, Jueces es un momento sumamente bajo y, con cada ciclo de apostasía de Israel, el grado en que el pueblo peca contra Jehová va aumentando y la fuerza relativa de los jueces que Jehová envía va disminuyendo a lo largo de este libro. Al final de Jueces, ya no vemos líderes fuertes como Otniel, Aod, Samgar y Débora, sino más bien necios como Jefté y Sansón, todo lo cual conduce a la horrible escena final de una violación y asesinato en grupo en la ciudad benjamita de Gibeah. Pero a lo largo del camino, en situaciones que no son en absoluto ideales, incluso un hombre o una mujer dispuestos a obedecer a Jehová en estas situaciones pueden marcar una gran diferencia.

A partir de estas historias, debemos reconocer el valor de nuestra propia obediencia, incluso en medio de una infidelidad masiva de creyentes profesos. Debería afligirnos ver la apostasía generalizada, pero deberíamos consolarnos con el hecho de que, como escribe Pablo: “Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia.” (Rom. 11:5), es decir, hay un grupo de personas a las que Dios está preservando por su gracia para que continúen su obra en este mundo hasta que Jesús regrese. La fuerza y el tamaño de la iglesia crecerán y disminuirán, pero así como un juez pudo hacer que el pueblo de Israel volviera a servir a Jehová, ahora Dios puede usar hasta el más pequeño remanente para restaurar su iglesia al servicio fiel de Jesucristo hoy.

Cuando los que te rodean se alejen, recuerda las palabras de Jesús: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo“. (Juan 16:33).

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