Lecturas Bíblicas: Día 52
Éxodo 4 | Lucas 7 | Job 21 | 1 Corintios 8
No debemos juzgar a Moisés con demasiada dureza por su miedo a enfrentarse al Faraón para declarar la palabra de Dios. Moisés inventa una serie de excusas en Éxodo 4:10 sobre su falta de elocuencia y su lentitud para hablar, pero incluso cuando Jehová le recuerda que él mismo es quien creó la boca en primer lugar, Moisés finalmente suplica simplemente: “Señor —insistió Moisés—, te ruego que envíes a alguna otra persona.” (Éxodo 4:13).
Jehová rechaza la petición de Moisés, pero debemos reconocer en este relato que el miedo a la incompetencia es una experiencia real para quienes están llamados a servir al Dios vivo. ¿Qué podemos aprender de Éxodo 4 acerca de nuestro miedo?
En primer lugar, debemos reconocer que hay buenas razones para tener miedo cuando Dios nos llama a seguirle. En esta historia, Moisés es llamado nada menos que a reprender al rey más poderoso del planeta exigiéndole que libere a miles de sus trabajadores esclavizados. ¿Qué persona no temería emprender una misión así?
En segundo lugar, también debemos tener presente que, aunque el mundo pueda amenazarnos en cierta medida, el mayor peligro lo corremos al desobedecer a Dios, no al desafiar al mundo. En este pasaje, Dios impone a Moisés una norma más estricta debido a que Moisés ha sido llamado a ser el líder del pueblo de Dios.
Así, incluso después de que Moisés empieza a obedecer e inicia su viaje hacia Egipto, leemos que Jehová se encuentra con “él” para darle muerte (Ex. 4:24). El lenguaje es ambiguo, de modo que el “él” al que se da muerte podría referirse tanto a Moisés como a un hijo al que Moisés no había circuncidado. Dios había ordenado que todos los varones de Israel fueran circuncidados, y cuando el líder de Dios no circuncidó a su hijo, Dios vino a darle muerte (a Moisés o al hijo de Moisés), y no se detuvo hasta que la esposa de Moisés, Séfora, circuncidó al niño (Ex. 4:25-26).
¿No debería el pueblo de Dios estar aterrorizado, entonces, cuando Dios nos llama a servirle? Sí y no. Por un lado, servir al Dios vivo es una cosa seria y de peso, y no debemos tomarnos esa llamada a la ligera.
Pero, por otro lado, debemos observar en esta historia la forma en que Dios, con su gracia, proporciona un ayudante y un compañero a Moisés en Aarón. Dios es compasivo con nosotros y nos sale al encuentro incluso cuando nos cuesta creer que podemos hacer lo que nos pide.
Más que eso, Dios promete caminar con nosotros a cada paso del camino, proveyéndonos todo lo necesario para lo que nos pide que hagamos, incluso cuando nos envía directamente al peligro y a la persecución. Medita en las palabras de Jesús: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra …. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:18, 20).