Lecturas Bíblicas: Día 50
Éxodo 2 | Lucas 5 | Job 19 | 1 Corintios 6
Los primeros años de la vida de Moisés transcurren entre un gran dramatismo durante sus primeros cuarenta años y una tranquila oscuridad durante los cuarenta siguientes. Escapa de ser ejecutado cuando era un niño hebreo a través de una cesta (literalmente, un “arca“, la misma palabra que se utiliza para el arca que rescató a Noé) que flota en el río Nilo. Cuando la hija del faraón lo descubre, lo adopta y paga a la madre de Moisés para que lo amamante (Ex. 2:6-10).
Pero tampoco se nos presenta una versión idealizada y aséptica de la historia de Moisés. Cuando Moisés es mayor, asesina a un egipcio para proteger a un israelita y luego pasa cuarenta años de su vida, desde los 40 (Hch 7:23) hasta los 80 (Ex. 7:7), como simple pastor con una familia en Madián.
A pesar de que Moisés se distanció del sufrimiento de Israel durante décadas mientras gemían bajo el peso de su esclavitud, esto es lo importante que hay que recordar: “Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios.” (Ex. 2:24-25).
La razón del ascenso poco convencional de Moisés al liderazgo es sencilla: Dios estaba levantando a Moisés para rescatar a su pueblo de Egipto guiándolo como un pastor. Dios había oído sus gemidos, recordaba su pacto, veía a su pueblo, y los reconocía. Y mucho antes de llamar a Moisés para que fuera el pastor de Israel, Dios lo había estado preparando precisamente para ese papel: para que supiera cómo acercarse al Faraón gracias a su familiaridad con las cortes del Faraón durante su infancia, para que adquiriera experiencia defendiendo al pueblo de Israel de sus opresores egipcios y para que aprendiera a dirigir el rebaño de Israel en el desierto después de salir de Egipto gracias al tiempo que pasó pastoreando ovejas.
Dios actúa en nuestras vidas de la misma manera, aunque nunca nos llame a ser grandes líderes. Dios toma los hilos aparentemente inconexos de nuestras historias y los teje juntos en un tapiz para sus propósitos globales en el mundo, y lo hace de maneras que no entendemos -de hecho, que no podemos entender- a este lado de la gloria. Pero no nos equivoquemos: Dios hace que todo contribuya al bien de los que le aman y son llamados según sus designios (Rom. 8:28).
Y si nuestro Dios puede redimir la vida rota de Moisés para escenificar una redención extraordinaria fuera de Egipto -y especialmente si puede dirigir la ejecución brutal de Jesucristo en la cruz para escenificar nuestra redención- entonces Dios puede usar incluso tu vida y la mía para promover sus propósitos en este mundo. Incluso cuando nuestras vidas son tranquilas y aparentemente insignificantes, Dios está actuando.
Tu vida no es un error. Si estás en Cristo, entonces eres una pieza estratégica de la misión de Dios en este mundo.