Lecturas Bíblicas: Día 49
Éxodo 1 | Lucas 4 | Job 18 | 1 Corintios 5
Éxodo 1 explica la transición entre la historia de José y la de Moisés. Cuando José murió al final de Génesis 50, era el segundo hombre más poderoso del planeta, un hombre sentado a la derecha del mismísimo faraón de Egipto. Como tal, los hermanos de José y sus familias (toda la nación de Israel en ese momento) recibieron un trato preferencial en el reino egipcio.
Pero Éxodo 1:8 cuenta la historia de cómo este lugar privilegiado en Egipto se vino abajo: “Se levantó un nuevo rey sobre Egipto, que no conocía a José“, y lo que es peor, un rey que odiaba a la familia de José. Con ese cambio de guardia, Israel fue rápidamente degradado de una posición de poder y privilegio a una de gran debilidad y vulnerabilidad.
Para empeorar las cosas (humanamente hablando) está el hecho de que la población de Israel había empezado a dispararse, de modo que leemos cinco veces en el primer capítulo del Éxodo (v. 7, 9, 10, 12 y 20) sobre el rápido aumento de Israel, un aumento que no hace sino exacerbar el odio del nuevo faraón hacia Israel y su deseo de subyugarlo. De hecho, la repulsión del faraón hacia Israel crece tanto que ordena que todos los niños hebreos varones sean arrojados al río Nilo para morir (Ex. 1:22).
Así pues, en Éxodo 1, vemos el cumplimiento de las dos caras de las promesas que Dios ha venido haciendo a su pueblo desde los días de Abraham, Isaac y Jacob. Por un lado, es aquí, en Egipto, donde Dios comienza a multiplicar a su pueblo y a hacer de él una gran nación. Pero, por otra parte, es también aquí, en Egipto, donde Dios hace pasar a su pueblo por un pozo de sufrimiento, tal como se lo había jurado a Abraham en Génesis 15:13: “Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años.“
Pero, ¿por qué tienen que ser ambas cosas? ¿No podría Dios haber multiplicado a su pueblo, convirtiéndolo en una gran nación, sin entregarlo al sufrimiento?
De hecho, la multiplicación de Israel y su sufrimiento tienen que ir necesariamente unidos. A lo largo de toda esta historia, Dios protegerá y preservará a su pueblo, haciéndolo crecer numéricamente incluso mientras atraviesa el valle de sombra de muerte. Y en la plenitud de los tiempos, Dios mismo redimirá a su pueblo desde Egipto con mano poderosa y brazo extendido, desplegando su poder a la vista de todas las naciones y tomando a Israel como su pueblo especial en toda la tierra.
Y al hacerlo, Dios anuncia la forma en que finalmente redimirá a su pueblo por medio de Cristo, venciendo al pecado, a la muerte y al diablo, no sólo mediante el sufrimiento de Jesús en la cruz, sino también levantándolo de entre los muertos al tercer día.