Aunque es difícil de ver en las traducciones al español, Génesis 3:8 es uno de los versículos más trágicos de toda la Biblia: “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto“. La forma de la palabra “pasear” que se usa en este pasaje se traduce mejor como “caminar de un lado a otro”, una frase que describe la perfección de la presencia de Jehová con su pueblo. Esto es lo que Adán y Eva perdieron: la comunión personal, íntima y libre con el mismo Jehová.1
Pero este no es el último lugar donde vemos a Jehová “caminando de un lado a otro” en medio de su pueblo. Más adelante en la Biblia, veremos cómo se usa esta palabra para describir la presencia de Jehová en medio del campamento de Israel, y particularmente dentro del tabernáculo y el templo (Lev. 26:12; Deut. 23:14; 2 Sam. 7: 6–7).
¿Por qué? Porque la historia de la Biblia cuenta cómo Jehová vence al pecado para volver a habitar con su pueblo.
El tabernáculo bajo Moisés es un primer paso, con el templo más permanente construido bajo Salomón como el siguiente paso. Pero finalmente, el pecado de Israel lleva a Jehová a salir del templo (Ezequiel 10, 11:14-25), y luego a destruir el templo por completo (2 Reyes 25:9). Incluso cuando Israel reconstruye el templo (Esdras 6:14), la presencia de Jehová nunca más vuelve a entrar a un templo edificado.
Entonces, debería sorprendernos cuando leemos en Juan 1:14 que “el Verbo se hizo carne y habitó [lit., “de tabernáculo”] entre nosotros”. Y cuando Jesús desafió a los judíos, diciendo: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Juan 2:19), debería sorprendernos saber que estaba hablando del templo de su propio cuerpo (Juan 2:21).
Pero, de hecho, todo lo que Jesús sería y haría fue profetizado aquí en Génesis 3:15, un versículo que los teólogos llaman “el protoevangelio”. Aquí, Dios promete que levantará de la mujer descendencia que finalmente herirá la cabeza de la serpiente, mientras que la serpiente sólo podrá herirle el calcañar. Y una vez que Jesucristo quite a Satanás para siempre, Dios volverá a morar con su pueblo.
Nosotros hoy estamos esperando la escena anunciada en Apocalipsis 21:3: “He aquí, la morada de Dios está con el hombre. Él morará con ellos, y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios”. En ese día, no habrá “templo en la ciudad, porque su templo es el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero” (Ap. 21:22).
Así que sigamos leyendo: hay una historia increíble que nos lleva de Génesis 3 a Apocalipsis 21.
- Al igual que con la meditación de ayer, para la meditación de hoy me baso en gran medida en el libro de G. K. Beale “The Temple and the Church’s Mission” (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2004). ↩︎