Lecturas Bíblicas: Día 28
Génesis 29 | Mateo 28 | Ester 5 | Hechos 28
Como comentamos durante la meditación de Génesis 24, es un tema recurrente en las Escrituras que el pueblo de Dios conozca a sus futuras esposas en los pozos. El siervo de Abraham conoció a Rebeca, la futura esposa de Isaac, en un pozo, y ahora Jacob conoce a Raquel, su futura esposa, en un pozo.
Pero después de que Jacob sirviera al padre de Raquel, Labán, durante siete años para poder casarse con ella, Labán le da en matrimonio a Lea, la hermana mayor de Raquel. Jacob, el hermano menor que había engañado descaradamente a su hermano mayor y engañado a su padre para conseguir lo que quería, se enfurece ahora porque Labán le da la hija mayor antes que la menor. Labán peca contra Jacob, pero no hay duda de que Dios está devolviendo providencialmente a Jacob sus propios pecados. Como escribe Allen Ross, “aunque el pueblo de Dios experimente la bendición de Dios en sus esfuerzos, Dios lo disciplinará efectivamente haciéndole dolorosamente consciente de sus pecados no resueltos“.1
Entonces, cuando Jacob finalmente recibe a Raquel como esposa, descubre que es estéril, igual que lo había sido la madre de Jacob, Rebeca (Gen. 25:21), e igual que lo había sido la abuela de Jacob, Sara (Gen. 11:30). Una vez más, Dios llama a una mujer estéril para que desempeñe un papel en el nacimiento de la descendencia que convertirá a la familia de Abraham en una gran nación.
Y una vez más, hay conflictos en la familia del patriarca. Sara y Agar se habían despreciado mutuamente (Gen 16:4-6), y ahora Lea y Raquel están enzarzadas en una lucha por el afecto de Jacob y por su descendencia. Mañana veremos más sobre la envidia de Raquel (Gen. 30:1), pero hoy nos centraremos en la envidia de Lea por el amor de Jacob hacia su hermana.
La esperanza de Génesis 29 es que, aunque Jacob no amara a Lea, Jehová sí la amaba. Por medio de Leví, el hijo de Lea, Jehová llamó a los sacerdotes que le servirían, y por medio de Judá, el hijo de Lea, Jehová dio a luz al antepasado directo de Jesús.
Jehová nunca pierde de vista su propósito máximo -traer a su Hijo único a este mundo para destruir el pecado, la muerte y el mal para siempre-, pero tampoco pierde de vista a las personas que atrae a su historia a lo largo del camino. Nadie es tratado como un accesorio o una marioneta, sino como una criatura hecha a imagen y semejanza de Dios, merecedora de dignidad y respeto.
E incluso hoy, cuando el plan de Dios avanza hacia la eternidad, Él sigue preocupándose. Sigue mostrando una tierna compasión por los que están más abatidos por la crueldad de este mundo. Si estás cansado y desanimado por la dureza de esta vida, recuerda a Lea, que acabó por aceptar su suerte en la vida, de modo que dejó de poner a sus hijos nombres que imploraran el amor de su marido, y a su último hijo lo llamó simplemente Judá, diciendo: “Esta vez alabaré a Jehová” ( Gen 29:35).
Notas al pie
- Allen P. Ross, Creación y bendición: A Guide to the Study and Exposition of Genesis (Grand Rapids: Baker Academic, 1996), 503. ↩︎