El termino biblia que empleamos en la actualidad deriva de las palabras griegas, bíblos (singular) que significa libro, biblia (plural) que traduce libros y biblion, librito o rollo. Esta última, retoma su nombre de la corteza de la planta de la cual se extraía el papiro. Si bien, estos vocablos referían cualquier tipo de material escrito durante los primeros siglos de nuestra era, solo hasta el medioevo empieza a emplearse como sinónimo de sagradas escrituras.
Como dato curioso, debemos expresar que las escrituras hebreas Constan de 24 libros y no de 66, distribuidos en 3 grandes bloques: “la ley”, el primero, conformada por el pentateuco y escrito por Moisés; “los profetas”, el segundo, divididos en profetas anteriores (antes de Isaías) y los profetas posteriores (desde Isaías hasta Malaquías); y las “escrituras”, el tercero, formado por los libros de sabiduría, Ruth, Lamentaciones, Ester, Daniel, Esdras, Nehemías y Crónicas.
Asimismo, es preciso destacar que los libros de Samuel, Reyes y Crónicas forman un libro y no dos como en nuestra biblia. Lo mismo sucede con Esdras y Nehemías, y los doce profetas menores. Como se puede apreciar, el nuevo testamento no hace parte de la biblia hebrea, como si lo hace de la biblia moderna. En ese sentido, nuestra Biblia consta del antiguo y el nuevo testamento. Es decir, no se excluye ni uno solo de los dos, pues, funcionan como un todo. Mientras el primero viene a ser sombra del segundo, pues apunta al Salvador prometido en Génesis, el nuevo revela los misterios escondidos en el antiguo.
En realidad, todo en las sagradas escrituras apunta a Cristo. Por esto, rechazar una parte de ellas es desechar la revelación que viene directamente de Dios. El escritor bíblico lo entendió claramente, por eso, expresa: Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo (hebreos 1:1-2).
En la biblia moderna, el antiguo testamento, está compuesto por 39 libros: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, escritos por Moisés. También por Josué, Jueces, Ruth, 1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de Reyes, 1 y 2 de Crónicas, Esdras, Nehemías, Esther, Job, Salmos, Proverbios, Cantar de los cantares, Eclesiastés, Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amos, Abdías, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías. Entre los autores más prolíficos tenemos a Moisés, autor reconocido del Pentateuco y probablemente del libro de Job, el vidente Samuel, El profeta Jeremías, el escriba Esdras, el rey David y su hijo, el rey Salomón.
El nuevo testamento lo conforma Mateo, Marcos, Lucas y Juan, Hechos denominados libros históricos. La carta a los romanos, primera y segunda carta a los Corintios, epístola a los gálatas, a los efesios, a los filipenses, a los colosenses. Primera y segunda de Tesalonicenses, las epístolas pastorales, escritas por el Apóstol Pablo, contienen a primera y segunda de Timoteo, Tito y la carta a Filemón. Las epístolas generales conformadas por hebreos, la carta de Santiago, primera y segunda de Pedro, primera, segunda y tercera de Juan, Judas y por último Apocalipsis. En total, el nuevo testamento contiene 27 libros. En cuanto a los autores, los escritos más abundantes pertenecen a los apóstoles, Pablo, Pedro, Juan y el evangelista Lucas.
Contrario a lo que sucede con la biblia hebrea, que desconoce el nuevo testamento, la iglesia de Roma incorpora 7 libros más de los aceptados por el protestantismo. Es decir, la biblia católica contiene 73 libros, 46 en el antiguo testamento y 27 en el nuevo. Los 7 libros adicionales son llamados deuterocanónicos, término que significa posterior a la institución del canon bíblico. Entre los apócrifos, nombre que también reciben los deuterocanónicos, encontramos los libros de Tobías, Judit, Baruc, Ester, I y II de Macabeos, Sabiduría y Eclesiástico.
Pese al odio manifiesto en su contra, la biblia es un escrito único y especial en enseñanza que ha trascendido el tiempo y el espacio más que cualquier otro. Si bien, los manuscritos originales fueron escritos en lenguas antiguas, hebreo, arameo y griego común, es el libro más leído, traducido y conservado de la historia. Su conservación ha sido quizás una de las más arduas labores efectuadas por los encargados de guardar la integridad del contenido original, especialmente porque durante varios siglos, tanto los escritores originales como los copistas y guardianes de la fe debieron enfrentar persecuciones, maltratos, torturas y martirios para resguardar la verdad de Dios en toda su pureza, la cual había sido registrada por medio de papiro, pergamino o códice.
En cuanto al canon bíblico, es importante señalar que para que un libro fuera reconocido como palabra de Dios debía cumplir ciertos requisitos: primero, ser inspirado por Dios, considerando el termino así dice el Señor, como un elemento esencial para su aceptación. Segundo, escrito por un siervo de Dios y aprobado como autentico. Tercero, tener la capacidad de transformar vidas por medio de la acción del evangelio y la operación del Espíritu Santo y, cuarto, usado y reconocido por el pueblo de Dios.
Aunque las escrituras refieren diversas situaciones de los hombres que en ella en aparecen, ellos únicamente son como los personajes y situaciones que el dramaturgo crea alrededor del protagonista para desarrollar la trama de la obra. Al final, todo se desenvuelve en torno al personaje central, todo ha sido creado para desenredar la historia en torno a ese personaje.
Además del hombre, la biblia habla de culturas, civilizaciones, ciudades grandes, medianas, ricas pobres y diversas, pero lo único que importa es Cristo nuestro Rey Señor y Salvador. Es el principio de la creación de Dios, pues en Él, por Él, con Él y para Él fueron creadas todas las cosas, el alfa y la Omega, el que era, es y será por siempre, el Hijo de Dios, el espíritu que se pasea en medio de las iglesias, el eterno Yo Soy, la Luz, el Pan de vida, el Verbo, la Simiente de Abraham, la Simiente de la mujer, el Siervo fiel, Agua y Fuente de vida, la Roca que desecharon los edificadores, el Mesías y Rey eterno, Justicia de Dios para salvación, el León de la tribu de Judá, el Camino, la Verdad y la Vida, la Puerta, el Pastor de las ovejas, Palabra de vida. De Él y solamente Él trata la Palabra de Dios.
En la biblia, y en el plan que Dios diseño desde antes de la eternidad, el tema central es Cristo, nuestro redentor, al final lo que importa es la historia del Hijo del hombre. No se ofendan porque digo lo único que importa es Cristo como si todo lo demás no importará, como si nosotros no le importáramos a Dios, o fuéramos poca cosa para Él. No es eso. Lo que quiero decir es que sin Cristo nada tendría valor en el plan de Dios, porque nada podría recuperarse, redimirse o salvarse después de haber caído; irremediablemente todos habríamos terminado muertos en nuestros delitos y pecados y sin oportunidad de ser restaurados a la imagen de Dios.
Aunque suene duro, somos lo que somos por la gracia y misericordia de Dios, pues nada de lo que hubiéramos hecho sin Dios habría de dar el beneficio de la salvación y la vida eterna. Cuidado, hermanos. al creer que los misterios revelados en las sagradas escrituras, por la misericordia de Dios, tienen su cumplimiento en nosotros porque no es así. Isaías 49:6 no se cumple en mí, ni en ningún otro individuo diferente de Cristo Jesús para la gloria de Dios. Yo no fui dado por profeta y por luz a las naciones, sino Él. Yo no fui dado en sacrificio perfecto y agradable al Señor para redención de los pecados si no Él. Yo no morí en la cruz del calvario ni resucité al tercer día, sino mi Señor y Salvador. Yo no fui glorificado sentándome a la diestra del Padre sino el Hijo de Dios. Soy hijo por adopción, no el unigénito del Padre, el cual es de su misma sustancia. Soy heredero porque Dios, mediante su obra maravillosa, me hizo heredero juntamente con El. Simplemente soy el siervo negligente, que hace lo que tiene que hacer y no más. De hecho, ni siquiera lo que tengo hacer hago, porque soy como el siervo malo. Recuerden, el siervo no es mayor que su Señor, ni el discípulo mayor que su maestro. Él es mi Señor y mi Salvador y de Él y únicamente de Él hablan las escrituras. En realidad, únicamente somos receptores de la gracia, no dadores de ella, y la recibimos por misericordia. Solo a Él humilló el Padre, para honra y gloria de su propio nombre.
Bibliografía
- Texto de apoyo: Manual de Bibliología: la doctrina de la biblia, Holland Mel. Santiponce (Sevilla), 2011.