Meditación Bíblica para Jueces 20

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Lecturas Bíblicas: Día 218
Jueces 20 | Hechos 24 | Jeremías 34 | Salmos 5–6

Cuando todo Israel llega para investigar lo ocurrido en Gabaa, ni el levita ni la tribu de Benjamín salen bien parados. Convenientemente, el levita omite el hecho de que había empujado a su concubina fuera de la puerta para enfrentarse a la violencia de los hombres de Gabaa: “rodearon contra mí la casa por la noche, con idea de matarme, y a mi concubina la humillaron de tal manera que murió.” (Jue. 20:5). Pero aún peor, los benjamitas se niegan escandalosamente a entregar a los criminales que hay entre ellos (Jue. 20:13) y, debido a su negativa, el resto de Israel declara la guerra a Benjamín.

Trágicamente, el Señor aprovecha esta situación para castigar a todo Israel. El pueblo de Israel pregunta a Jehová si deben ir contra Benjamín, y Jehová envía a las once tribus de Israel contra Benjamín dos veces para ser masacradas antes de entregar a Benjamín en manos de Israel (Jue. 20:18-28). En esta guerra civil, las once tribus pierden 40.000 hombres en las dos primeras batallas (Jue. 20:21, 25), y Benjamín pierde 25.100 hombres en la batalla final (Jue. 20:35).

El principal problema en la forma en que Israel maneja este malvado acontecimiento es que no reconocen cómo su falsa adoración ha conducido directamente a los horribles sucesos de Gabaa. A lo largo del libro de los Jueces, Israel ha creído que adorar a Jehová no estaba relacionado con su paz y su prosperidad. Por lo tanto, nunca entendieron la conexión entre adorar a los dioses falsos de sus naciones circundantes y la subyugación por esas naciones que seguiría.

Y en Jueces 17-18, todas las consecuencias de esta situación se ilustran vívidamente en la historia del levita. Éste había sido ordenado falsamente como sacerdote, a pesar de que no pertenecía a la línea de Aarón, sino a la de Moisés. Además, fue comisionado como sacerdote a sueldo, en lugar de servir a Jehová en el templo. Y todavía peor, la adoración que dirigía para sus empleadores era la falsa adoración de dioses domésticos, imágenes talladas y otras abominaciones que Miqueas había creado originalmente con las monedas de plata que le había robado a su propia madre.

Lo que esto nos demuestra es que nuestro culto nunca está desconectado de nuestra moralidad. La idea de que la religión de uno es un asunto privado y personal es una absoluta mentira. Nos convertimos en lo que adoramos.1 Si adoramos a Jehová, nos conformamos a la imagen de su Hijo, Jesucristo (Rom. 8:29), pero si adoramos a los falsos dioses del dinero, el sexo, el placer, la comodidad o el poder, nos convertimos en esclavos de esos ídolos, y ellos desfiguran nuestro comportamiento de modo que los perseguimos a cualquier precio, sin importarnos quién pueda resultar herido en el proceso.

¿A quién (o qué) estás adorando hoy? Como escribe Pablo: “os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Cor. 5:20). Examina tu adoración, porque tu adoración determinará tu comportamiento, tus hábitos y, en última instancia, tu carácter.

Notas al pie

  1. Tomo esta línea del título del libro de G. K. Beale, We Become What We Worship: A Biblical Theology of Idolatry. ↩︎

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