Meditación Bíblica para Jueces 18

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Lecturas Bíblicas: Día 216
Jueces 18 | Hechos 22 | Jeremías 32 | Salmos 1–2

Jueces 18 empieza con una repetición de la primera mitad del versículo temático de Jueces: “En aquellos días no había rey en Israel” (Jue. 18:1). Poco a poco, paulatinamente, Israel se hunde más en el pecado, la idolatría y la rebelión, al abandonar a Jehová para hacer lo que le parece bien a sus propios ojos. En Jueces 18, ese descenso se acelera.

Ahora bien, es importante entender que los danitas están haciendo lo correcto al buscar su herencia (Jueces 18:1). Josué les había asignado originalmente un área como herencia (Jos. 19:40-48), pero aparentemente habían perdido el control de la tierra. De hecho, habíamos leído un resumen de Jueces 18, aprendiendo que Dan lucharía contra Laish (también llamada Leshem), ya en Josué 19:47: “Cuando el territorio del pueblo de Dan se perdió para ellos, el pueblo de Dan subió y luchó contra Leshem, y después de capturarla y golpearla con la espada tomaron posesión de ella y se establecieron en ella, llamando a Leshem, Dan, por el nombre de Dan su antepasado“.

Pero, mientras los danitas están espiando la tierra para encontrar un lugar adecuado que conquistar y reclamar como herencia, descubren a Miqueas y al levita que servía a Miqueas como sacerdote. Este encuentro les da una idea perversa: ¿por qué debe tener Miqueas a este sacerdote para él solo? ¿No sería útil que tuvieran un sacerdote para su tribu? Así que los danitas no sólo roban todos los ídolos de la casa de Miqueas, sino también al sacerdote.

Aunque esto parece una buena idea para todos los implicados (aparte de Miqueas; Jue. 18:24), es una situación que Jehová ha prohibido. Jehová había ordenado que sólo determinados levitas (los hijos de Aarón) le sirvieran como sacerdotes, y sin embargo este levita era descendiente de Moisés y de Gersón, el hijo de Moisés (Jue. 18:30; cf. Éx. 18:3), no de Aarón. Además, Jehová había ordenado que sus sacerdotes le sirvieran en su tabernáculo. Sus sacerdotes no eran contratados por individuos o incluso por tribus. Se trataba de una corrupción censurable de la adoración que Jehová había ordenado, y ahora la corrupción se había extendido de un solo individuo, Miqueas, a toda una tribu.

Y aunque todavía no se han producido grandes consecuencias, el pecado siempre engendra más pecado, y junto con más pecado viene más sufrimiento. Mientras meditas en este pasaje, recuerda las palabras de Pablo en Gálatas 6:7: “No os engañéis: Dios no puede ser burlado, porque todo lo que el hombre sembrare, eso también segará“. En la lectura de mañana, Israel recogerá la cosecha de su pecado. Hoy, mientras tanto, piensa en tu propia vida: ¿Permites que permanezca en tu vida el pecado que poco a poco va ganando mayor influencia sobre ti? ¿Qué cosecharás mañana de tus acciones de hoy?

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