Lecturas Bíblicas: Día 234
1 Samuel 14 | Romanos 12 | Jeremías 51 | Salmos 30
El relato bíblico de la historia de la salvación no avanza en líneas rectas y ordenadas. Esta es una idea reconfortante, ya que el crecimiento espiritual en nuestras propias vidas no avanza con un progreso perfecto e ininterrumpido, sino más bien a tirones, a medida que avanzamos torpemente en la gracia del Evangelio. En la lectura de hoy, vemos que Israel avanza y retrocede simultáneamente de varias maneras interesantes.
Es importante destacar que en 1 Samuel 14 conocemos por primera vez a Jonatán, la figura más importante fuera de Samuel y David durante este período de la historia de Israel. Jonatán destaca como un valiente hombre de fe que no teme en absoluto a los filisteos. Por el contrario, reconoce que “no es difícil para Jehová salvar con muchos o con pocos.” (1 Sam. 14:6). Por su fe inquebrantable, Jonatán representa un paso adelante para Israel.
Pero también vemos que Israel da un paso atrás con las acciones de su líder, Saúl, que hace el insensato voto de matar a cualquiera que probara comida antes de que los filisteos hubieran sido derrotados (1 Sam. 14:24). De repente, Saúl se encuentra con el mismo dilema al que se enfrentó Jefté en Jueces 11: el voto de Saúl le había obligado a dar muerte a su propio hijo por probar la miel aquel día (1 Sam. 14:39-42).
En este punto, sin embargo, Israel da un paso más al negarse a permitir que Saúl cumpla su voto, como había hecho Jefté. En su lugar, Israel interviene y pide rescate por Jonatán para preservar su vida (1 Sam. 14:45). Reconocen que Saúl había “perturbado el país” (1 Sam. 14:29) con un voto pecaminoso e insensato. Pero en lugar de permitir que Saúl agrave su pecado, le impiden cumplir los términos de su voto.
A través de historias como ésta, Dios nos muestra cómo es crecer en el Evangelio. A todos nos gustaría poder superar nuestro pecado de forma permanente en un acontecimiento decisivo -por ejemplo, al escuchar un sermón o leer un libro-, pero no es así como Dios nos transforma. La maldición del pecado acecha demasiado profundamente en nuestros corazones para morir tan fácilmente.
Sin embargo, hay esperanza de una transformación duradera, aunque no llegue tan rápido como quisiéramos. Dios nos ha proporcionado nada más y nada menos que la sangre y la justicia de Jesucristo, las cuales nos trae a través del ministerio del Espíritu Santo. Recuerda las palabras de Pablo: “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6). Dios llevará a término su buena obra en ti, así que no abandones la lucha de la fe. No importa cuántos pasos atrás hayas dado, arrepiéntete hoy y avanza en la fe confiando en la gracia de Dios en el Evangelio.