Lecturas Bíblicas: Día 233
1 Samuel 13 | Romanos 11 | Jeremías 50 | Salmos 28–29
El sacrificio que hizo Saúl en 1 Samuel 13 fue un pecado grave, tan grave que Jehová le arrebató el reino (1 Samuel 13:13-14). En esencia, Saúl había usurpado el sacerdocio, ya que Jehová sólo había designado a los descendientes de Aarón para servirle como sacerdotes y Saúl descendía de Benjamín. Saúl no reunía los requisitos para ser sacerdote, y usurpar el ministerio sacerdotal era una blasfemia. Sin embargo, hay una ironía en esta historia. Samuel, quien debía oficiar el sacrificio, en realidad tampoco reunía los requisitos para ser sacerdote, al menos no de acuerdo con los requisitos normales. Según la genealogía de 1 Crónicas 6:33-38, Samuel era levita y coatita, pero no descendía de Aarón. De hecho, Samuel descendía de Coré (1 Cr. 6:37), el coatita que se había rebelado contra Moisés al insistir en que “toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová” (Núm. 16:3). Coré había exigido el sacerdocio, y al hacerlo provocó la ira de Jehová, de modo que la tierra se abrió y se lo tragó entero (Núm. 16:32).
El principio subyacente del sacerdocio es el siguiente: Jehová nombra a sus sacerdotes. El autor de Hebreos lo expresa de esta manera: “Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón” (Heb. 5:4). En otras palabras, puede haber otros sacerdotes fuera de la línea de Aarón (como Samuel), pero sólo si Jehová mismo los designa.
Este principio es fundamental para entender el sacerdocio de Jesús, ya que Jesús es de la tribu de Judá, no de Leví (Heb. 7:14). La legitimidad del sacerdocio de Jesús se basa en el sacerdocio de Melquisedec, que precedió a Aarón en la historia de la Biblia, ya que conocimos a Melquisedec en Génesis 14. El autor de Hebreos escribe lo siguiente: “Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo: Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec” (Heb. 5:5-6).
La legitimidad del sacerdocio de Cristo es el fundamento sobre el que descansa todo el Evangelio: “y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.” (Heb. 5:9-10). Y puesto que él es nuestro sacerdote, usurpar el sacerdocio de Cristo, como hizo Saúl, intentando expiar nuestros pecados mediante algo que no sea la fe en su obra consumada en la cruz, no es más que una blasfemia. Por eso pregúntate hoy, ¿confías en tus propios sacrificios para mediar por ti ante Dios, o tu fe descansa en la obra sacerdotal perfecta y consumada de Jesucristo?