Lecturas Bíblicas: Día 226
1 Samuel 4 | Romanos 4 | Jeremías 42 | Salmos 18
En 1 Samuel 4, Jehová dirige tres grandes juicios contra el pueblo de Israel. En primer lugar, cuando los israelitas llevan consigo el arca del pacto en la batalla contra los filisteos, Jehová los entrega a la derrota y los filisteos capturan el arca (1 Samuel 4:11). En segundo lugar, Ofni y Finees mueren en combate, tal como Jehová había prometido en 1 Samuel 2 y 3 (1 Sam. 4:11). Tercero, cuando Elí se entera de estos dos primeros juicios, cae de espaldas desde la puerta donde estaba sentado, se rompe el cuello y muere (1 Samuel 4:18). Estos juicios no son aleatorios, sino que el pueblo de Dios cosecha exactamente lo que ha sembrado.
El pecado específico de Israel en este capítulo es que trata el arca del pacto como una varita mágica, pensando que llevándola a la batalla conseguirá que Jehová entre en combate para luchar por ellos (1 Sam. 4:3). Con esta idea, Israel toma su decisión basándose en dos medias verdades que equivalen a una mentira mortal. En primer lugar, están en lo cierto al creer que necesitan a Jehová para que luche por ellos, ya que el título Jehová de los ejércitos (1 Sam. 4:5) no describe la capacidad de Jehová para organizar una cena o un acontecimiento social, sino que indica que dirige los ejércitos (las huestes) del cielo. En segundo lugar, tienen razón al afirmar que Jehová está sentado sobre los querubines de su arca (1 Sam. 4:4). Su error, en cambio, consiste en creer que pueden arrastrar a Jehová y lanzarlo como un perro contra sus enemigos. Jehová había prometido luchar por su pueblo si se lo pedían, pero se niega a que lo traten con desprecio de esta manera.
De hecho, Dios no le da a Israel una piedra cuando le pide pan. Más bien, Israel ha pedido una piedra, y Dios les da una piedra. Tratan la gloria de Jehová con desprecio, por lo que Jehová permite que su gloria desaparezca de entre ellos, razón por la que la mujer de Finees llama a su hijo Icabod, que significa “sin gloria“, ya que “Traspasada es la gloria de Israel” (1 Sam. 4:21). Lo mismo ocurre con Elí. No quiso disciplinar él mismo a sus hijos, así que Jehová lo hizo por él dando muerte a Ofni y Finees, y luego dando muerte al propio Elí. Muy a menudo, cuando Dios nos da lo que queremos, descubrimos que lo que hemos buscado desesperadamente en realidad se puede considerar como un juicio.
La pregunta, entonces, es la siguiente: ¿Qué es lo que quieres? Como bien señaló C. S. Lewis: “Al final sólo hay dos clases de personas: los que dicen a Dios: ‘Hágase tu voluntad’, y aquellos a los que Dios dice, al final: ‘Hágase tu voluntad’. Todos los que están en el infierno, eligen éste“.1 ¿Quieres a Jesús y su justicia, o quieres el infierno de tu propio pecado?
Notas al pie
- C. S. Lewis, The Great Divorce (New York: HarperCollins, 2000), 75. ↩︎