Lecturas Bíblicas: Día 224
1 Samuel 2 | Romanos 2 | Jeremías 40 | Salmos 15–16
Si Ana se presenta como modelo de paternidad piadosa, la segunda mitad de 1 Samuel 2 revela al sacerdote Elí como modelo de paternidad negligente. Los hijos de Elí, Ofni y Finees, son hombres despreciables que no conocen a Jehová (1 Samuel 2:12). Roban para sí las partes más selectas de los sacrificios que la gente lleva al tabernáculo (1 Sam. 2:13-17), y abusan de su autoridad sacerdotal seduciendo a las mujeres que sirven a la entrada del tabernáculo (1 Sam. 2:22).
Ciertamente, Elí intenta impedir que sus hijos traten a Jehová con desprecio. En 1 Samuel 2:23-25, Elí se enfrenta a ellos y les advierte: “Si pecare el hombre contra el hombre, los jueces le juzgarán; mas si alguno pecare contra Jehová, ¿quién rogará por él?”. (1 Sam. 2:25). Sin embargo, los hijos de Elí no escuchan, “porque Jehová había resuelto hacerlos morir” (1 Sam. 2:25).
Como Elí no aparta a sus hijos del sacerdocio, Jehová declara que él mismo dará muerte a Ofni y Finees ese mismo día (1 Sam. 2:34). Jehová rechaza a la casa de Elí del sacerdocio y, en su lugar, promete levantar una nueva casa que le sirva como sacerdote para siempre: “Y yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a mi alma; y yo le edificaré casa firme, y andará delante de mi ungido todos los días” (1 Sam. 2:35).
Por un lado, Jehová cumple esta promesa suscitando a Samuel como el sacerdote fiel que hará todo lo que está en el corazón y en la mente de Jehová. Pero, por otro lado, Samuel no puede ser el cumplimiento último de esta promesa, por dos razones. En primer lugar, aunque Samuel es levita (1 Cr. 6:27, 33), es descendiente de Coré y no de Aarón (1 Cr. 6:33-37), y no vemos ninguna justificación a largo plazo para el sacerdocio irregular de Samuel. En segundo lugar, los hijos de Samuel no acaban siguiendo los caminos de su padre, sino que aceptan sobornos y pervierten la justicia (1 Sam. 8:1-5). En definitiva, la casa de Samuel no es una casa segura, para entrar y salir ante el ungido de Jehová para siempre.
En lugar de ello, Jehová enviará más tarde a otro sacerdote para mediar e interceder por nosotros ante Dios, un sacerdote que tampoco podía reivindicar a Aarón como su antepasado. Este sacerdote procede del orden de Melquisedec (Génesis 14; Salmo 110:4; Hebreos 7). Además, leemos que, mediante su sacerdocio perfecto, este sacerdote ha hecho de todo su pueblo un sacerdocio santo (1 Pe. 2:5; Ap. 1:6).
En Cristo, no sólo has sido bendecido por el cumplimiento de la promesa de Jehová en 1 Samuel 2:35, sino que también eres el cumplimiento de esa profecía.