Lecturas Bíblicas: Día 92
Levítico 5 | Salmos 3–4 | Proverbios 20 | Colosenses 3
En el sistema de sacrificios levíticos, las ofrendas que traían los fieles eran, por diseño, costosas. En el mundo antiguo, la riqueza no se medía tanto por el número de dólares en una cuenta bancaria, sino más a menudo por la cantidad de ganado que poseía una persona. Por eso, cuando Dios dice: “Mía es toda bestia del bosque, el ganado de las mil colinas” (Salmo 50:10), está afirmando que posee toda la riqueza del mundo entero, medida por los animales, no sólo el ganado doméstico, sino incluso las bestias salvajes del bosque.
La pregunta que deberíamos hacernos a estas alturas es la siguiente: ¿Qué harán todos los pobres de Israel para traer sacrificios ante Jehová? Si no pueden permitirse traer toros o cabras (que eran increíblemente caros), ¿qué harían? ¿Serían incapaces de recibir expiación y perdón por sus pecados? ¿Es el culto a Jehová algo que sólo podían permitirse los más ricos de Israel?
En absoluto. En Levítico 5:7-13, vemos un grado más de la misericordia de Jehová hacia su pueblo, ya que hace provisión para la gente que no podía permitirse traer los sacrificios más caros. Si, por ejemplo, alguien no podía permitirse un cordero, podía traer dos palominos o dos tórtolas (Lev. 5:7), y si ni siquiera podía permitirse tórtolas o palominos, podía traer simplemente un efa de harina fina (Lev. 5:11). No importaba si uno era rico o pobre, Jehová había designado un sacrificio que estaba dentro de sus posibilidades para ofrecer.
Pero al mismo tiempo, debemos reconocer que los sacrificios debían ser costosos. Si los sacrificios no le costaban nada al adorador, entonces no calificaban como sacrificios. Por esta razón, Jehová se enfureció en Malaquías 1:6-14 con los adoradores que demostraban un gran desprecio por él al traer animales ciegos, cojos o enfermos como ofrenda, animales que jamás se les ocurriría traer a su gobernador (Mal. 1:8). Aunque no podamos permitirnos sacrificios caros, nunca deberíamos soñar con ofrecer a Dios algo que no nos resulte costoso.
En el Nuevo Testamento se nos dice exactamente qué clase de sacrificios costosos exige Dios: nos pide que ofrezcamos nada menos que a nosotros mismos. En Romanos 12:1, Pablo escribe: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional“. No es que podamos expiar nuestro propio pecado -sólo el sacrificio infinitamente costoso de Jesucristo puede expiar el pecado-, sino que Dios nos pide que le adoremos dándole todo lo que tenemos y todo lo que somos.
¿Cumple tu propio modelo de sacrificio a Dios el requisito de lo costoso, aunque personalmente no puedas permitirte algo que otros considerarían caro?