Lecturas Bíblicas: Día 273
1 Reyes 2 | Gálatas 6 | Ezequiel 33 | Salmos 81–82
En la lectura de ayer, reflexionamos sobre el mayor fracaso de David en la vida: su pasiva falta de voluntad para disciplinar o poner límites a los que le rodeaban. En la lectura de hoy, vemos otro contraste entre David y su hijo Salomón en las últimas palabras de él a su hijo.
Por un lado, las últimas palabras de David incluyen una orden piadosa de seguir cuidadosamente a Jehová, cuidando de guardar sus “estatutos, sus mandamientos, sus reglas y sus testimonios, como está escrito en la Ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y dondequiera que te dirijas” (1 Re 2:3). Hay que reconocer que David se mantiene fiel a guardar los estatutos de Jehová todos los días de su vida. Obviamente, a lo largo de su vida David pecó de muchas maneras, pero siempre que peca, se arrepiente rápidamente y busca el perdón de Dios. A pesar de su pecado, David sigue siendo un hombre conforme al corazón de Dios hasta el día de su muerte.
Por otra parte, David pide débilmente a Salomón que ate los cabos sueltos de su vida haciendo todo el trabajo sucio que no había querido hacer por sí mismo. Así, David ordena a Salomón que ejecute a Joab por asesinar a dos de sus comandantes, Abner y Amasa (1 Re 2,5-6), y que haga justicia contra Simei, quien le había maldecido mientras huía de Absalón (1 Re 2,8). Salomón condena a muerte a Joab por sus asesinatos (1 Re 2,34), pero sabia y amablemente da una segunda oportunidad a Simei. Pero cuando éste rompe los términos de su libertad condicional y abandona los límites de Jerusalén, Salomón lleva a cabo la justicia que su padre, David, había pedido, dando muerte a Simei (1 R 2:46). Y además, cuando Adonías manipula a la propia madre de Salomón, Betsabé, para intentar de nuevo usurpar el reino, Salomón lo ejecuta sin vacilar (1 Re 2,25).
Por todo esto, podríamos pensar que Salomón es el rey que introducirá el reino de Dios en este mundo. Salomón ejerce un liderazgo fuerte y firme que no tuvo su padre, David. De hecho, el reinado de Salomón está marcado por una gloria extraordinaria, como veremos; sin embargo, Salomón no comparte ni las debilidades ni las fortalezas de su padre. Mientras que el corazón de David siguió a Jehová todos los días de su vida, el corazón de Salomón se desviará para adorar a dioses falsos hacia el final de su vida.
De los tres reyes que Dios ha dado a Israel hasta ahora, ninguno ha pastoreado fielmente al pueblo de Dios. En lugar de eso, Dios enviará en última instancia a un mejor rey para pastorear a su pueblo, un rey cuyo corazón permanecerá fiel a su Padre celestial incluso hasta el punto de morir en la cruz y un rey que un día regresará para ejecutar la justicia en esta tierra. Este rey merece no sólo nuestra obediencia, sino también nuestro amor, nuestra adoración y nuestra fe.