Lecturas Bíblicas: Día 176
Deuteronomio 30 | Salmos 119:73–96 | Isaías 57 | Mateo 5
Ya en Deuteronomio 10:16, Moisés había ordenado al pueblo de Israel que circuncidara el prepucio de su corazón, y aquí, en Deuteronomio 30, la circuncisión del corazón aparece de nuevo como la clave para desentrañar el significado de todo el pacto mosaico.
Moisés instruye primero a Israel sobre lo que debe hacer después de ser dispersado entre las naciones por desobedecer el pacto (Deut. 30:1-10). Si Israel comienza a obedecer los mandamientos de Jehová, entonces Jehová restaurará a su pueblo. Pero cuando el Señor traiga de vuelta a su pueblo después del exilio, las cosas serán diferentes: “Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas” ( Deut. 30:6).
El mandamiento que Jehová ha dado a Israel, insiste Moisés, no es demasiado duro para ellos ( Deut. 30:11) -no es como si Moisés les hubiera pedido que subieran al cielo o cruzaran los anchos océanos para discernir la voluntad de Jehová (Deut. 30:12-13). Más bien, “la Palabra está muy cerca de ti. Está en tu boca y en tu corazón, para que puedas cumplirla” ( Deut. 30, 14). “Por tanto”, suplica Moisés, “escoge la vida, para que vivas tú y tu descendencia” ( Deut. 30:19).
Por un lado, Moisés está en lo cierto: Jehová reveló generosamente toda su ley a través de Moisés en el monte Sinaí, sin guardarse nada. Pero, por otro lado, la obediencia no es sencilla, no porque la ley sea difícil, sino porque nuestros corazones son pecaminosos. Por esta razón, Israel finalmente no cumplió el pacto de Jehová.
Por eso es tan importante la promesa de que Jehová circuncidaría el corazón de su pueblo. Si Israel tiene que circuncidar su propio corazón, fracasará, pero si el propio Jehová, por obra de su Espíritu Santo, da nueva vida a su pueblo para que ame a Jehová y quiera guardar sus mandamientos, entonces los mandamientos dejan de ser una carga.
En el Nuevo Testamento descubrimos cómo cumplió Jehová esta promesa. En primer lugar, envió a su Hijo Jesucristo no sólo para cancelar la deuda de la ley que debíamos mediante la cruz (Col. 2:14), sino también para cumplir todos los aspectos de las exigencias de la ley en nuestro lugar (Mt. 5:17-20). En segundo lugar, Dios circuncidó los corazones de todos los que confían en Cristo mediante la obra del Espíritu Santo (Ro. 2:29; Col. 2:11-12). Tercero, debido a la circuncisión del corazón que el Espíritu ha obrado en nuestros corazones, el Apóstol Juan nos dice que finalmente los mandamientos de Dios no son gravosos (1 Juan 5:3).
La circuncisión del corazón siempre fue el eje. Sin ella, la ley sólo podía incitarnos a pecar más (Rom. 7:7-24). Pero, como Dios cumplió su promesa de circuncidar los corazones de su pueblo por medio de Cristo, hemos llegado a disfrutar de las bendiciones del pacto de Dios, ahora y siempre.